El comisariado como narración
La crítica de arte y comisaria independiente Luisa Espino explica en qué consiste para ella ser comisaria y qué requisitos pueden ayudar a la hora de desempeñar este trabajo.
Las líneas de investigación de Luisa Espino están relacionadas con el espacio público y las transformaciones urbanas y sociales contemporáneas. Ha sido coordinadora de las exposiciones internacionales en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, gestora cultural en la galería Elba Benítez y del Centro Cultural Español de Miami. Desde hace muy poco es la nueva jefa de sección de arte de El Cultural de El Mundo, un puesto que ella misma entiende como un comisariado de contenidos y que supone una nueva y emocionante aventura en la que embarcarse.
Los artistas con los que Luisa Espino realizaría una hipotética exposición son: Sandra Gamarra, artista conceptual que reflexiona en sus obras sobre los circuitos del arte y sus mecanismos y la apropiación; Cristina Garrido, que en su producción investiga el valor cultural de los objetos, especialmente los que se consideran arte, y cómo funcionan en los entornos propios del arte: museos, ferias…; Isidoro Valcárcel Medina, Premio Nacional de las Artes Plásticas 2007, artista conceptual que a lo largo de su carrera ha trabajado desde diferentes disciplinas -prácticas y teóricas- el concepto de “arte” como una acción personal y consciente; Juan López, quien modifica los espacios expositivos y realiza aparentemente sencillas instalaciones que trastocan por completo el cubo blanco al que estamos acostumbrados; y, por último, Julia Spínola, que utilizando objetos cotidianos es capaz de discutir conceptos como la resistencia o el equilibrio.
¿Cómo definirías la labor de un/a comisario/a?
Un comisario es un contador de historias. Su principal labor es acompañar al artista, o a los artistas, en la preparación y el montaje de sus exposiciones. Este acompañamiento puede ser muy diferente según la naturaleza de la muestra: en proyectos colectivos el comisario hace un poco de maestro de orquesta, de conector entre los distintos participantes y en exposiciones individuales es el compañero de viaje del artista a la hora de elegir juntos las obras y el montaje. El comisario es también un traductor, hay artistas que comunican francamente bien su trabajo, mejor que cualquier comisario, y otros en cambio, que lo hacen mejor a través de la voz del comisario. Hace poco Virginia Torrente también definía nuestro trabajo como el de un “psicólogo” que escucha y acompaña. Yo creo que todas estas definiciones son válidas cuando hablamos de un comisario aunque no necesariamente tenga que reunir todos estos requisitos a la vez.
¿Qué crees que hace falta para ser comisario/a?
Sobre todo, tener los ojos bien abiertos y no perder la curiosidad. Aparte, añadiría que tener química con los artistas con los que trabajas, escribir textos que sirvan para acercar al público a su trabajo y tener algo de habilidad con el espacio expositivo.
¿Por qué has elegido a estos/as artistas?
Porque me parece que tienen un trabajo interesante y que tienen cosas que contar.
¿Cuáles son tus referentes o ideales a la hora de comisariar?
Yo creo que todas las experiencias nos influyen y dejan algún tipo de huella, en mi caso puedo decir que de alguna manera me formé como comisaria trabajando junto a José Lebrero Stals, primero, y después con Juan Antonio Álvarez Reyes en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC). Lebrero me ayudó a mirar de otra manera y a Álvarez Reyes le considero un poco como mi maestro y hay muchos artistas que conocí gracias a él con los que he seguido trabajando después ya como comisaria independiente.
¿Es responsabilidad de la comisaria la correcta mediación entre la obra de arte y el público o corresponde a los programas educativos o mediadores/as del centro?
Las exposiciones son proyectos que sólo son posibles trabajando en equipo. Interviene mucha gente, además de los propios artistas y los comisarios, y de perfiles muy distintos: los coordinadores de las exposiciones (figuras a menudo invisibles y que muchas veces consiguen lo imposible), el personal de montaje, los restauradores, el equipo de producción y la empresa de transporte, que logran tener la exposición lista para el día de la inauguración. Pero, además, hace falta un equipo de comunicación que nos cuente al resto de personas que esa exposición existe y un equipo de mediación, de educación, que trabaje con los proyectos y el público. Todos estos actores son necesarios y lo ideal es que trabajen en comunicación continua. Es una pena cómo muchas veces el tema de educación se deja para el final en lugar de poner en contacto a los educadores o mediadores con los comisarios y artistas al comienzo del proyecto. Yo creo que en España todavía nos falta mucho por trabajar en esa línea, en otros países existe la figura del comisario de educación pero aquí todavía suena lejano, y es muy importante.
Has trabajado tanto en galerías como en grandes instituciones. En este sentido cuál de estos dos supone el mayor reto: ¿un gran presupuesto o uno ajustado?
Me temo que el presupuesto que se maneja ya no va asociado al tamaño de la institución, la crisis castigó especialmente al sector de la cultura y los presupuestos se redujeron de manera drástica. Para mí, el mayor aprendizaje fue trabajar en una misma institución con mucho menos de la mitad fruto de los recortes. Creo que los proyectos no perdieron en calidad, pero que para conseguir llegar a estos estándares el esfuerzo del equipo tuvo que duplicarse; sin dinero todo cuesta al menos el doble de trabajo.
Como comisaria qué crees que aporta más socialmente, ¿trabajar sobre temas de actualidad o con conceptos universales atemporales?
No creo que aporte más, a priori, un tema u otro. Lo importante es acercarse a ellos con seriedad, con profundidad y no quedarnos sólo en la superficie. El trabajo bien hecho es el que cala. Los temas de actualidad tienen ese gancho pero hay que saber contextualizarlos para que no tengan una fecha de caducidad, encontrar su parte más atemporal también.