Galerista transgresora
Magda Bellotti abrió las puertas de su galería un 14 de octubre de 1982, en Algeciras, Cádiz. En 2001 se trasladó a Madrid, donde se integró en el conjunto de galerías madrileñas del Barrio de las Letras y ha sido, y es, una de las impulsoras, protectoras y referentes del panorama del arte contemporáneo.
Siempre transgresora se mueve cómodamente entre artistas figurativos y abstractos, tanto emergentes como consolidados. 33 años como galerista, 14 de ellos en Madrid, durante los cuales ha sido testigo de la evolución del mercado del arte y de la, cada vez más, relevante figura del comisario. Este viernes inaugura “A6” del artista Teo Soriano.
Magda ha escogido a Paloma Gámez (Bailén, 1964), Valeria Maculan (Buenos Aires, 1968), Jeanne de Petriconi (Francia, 1982), Carlos Maciá (Lugo, 1977), Nellina Pistolesi (Madrid, 1925) como los cinco artistas con quien haría una exposición.
¿Cómo definirías la labor de un/a comisario/a?
Un comisario es esa persona que piensa y elabora un proyecto artístico; que reflexiona sobre la obra de uno o varios artistas, los relaciona con otras cuestiones y, tras eso, nos propone una nueva lectura, una nueva visión de un hecho artístico.
¿Qué crees que hace falta para ser comisario?
Yo creo que lo que hace falta, fundamentalmente, es mucha cultura e inteligencia. Para esto es necesario leer mucho, no sólo sobre asuntos relacionados con el arte, sino también con la filosofía, con la ciencia, la música, la historia, con las nuevas tecnologías... Y sobre todo tener la mente abierta a todo lo que te llega.
¿Por qué has elegido estos artistas?
He elegido a estos artistas, igual que elijo a todos, más bien por lo que no se ve que por lo que se ve. Es bastante sutil esto, me explico, lo mejor está oculto, casi siempre. Me gusta descubrir lo oculto en los artistas, lo que ni siquiera ellos conocen de su obra. Me gusta el artista raro y me gustan los que trabajan primero con la cabeza y después con los materiales. Me interesa lo material pero mucho más lo que un buen artista puede hacer con las nuevas tecnologías, el sonido, los olores o el tacto.
¿Comisariar en una galería significa trabajar en equipo con el artista?
Cuando se trata del espacio de la galería hay dos variantes: una exposición individual o una colectiva. En la individual yo pienso que el galerista interviene menos, es entonces cuando creo que debemos mantenernos en un segundo plano. Podemos y debemos intervenir en los montajes de las exposiciones, asesorando al artista, aconsejando, porque conocemos nuestro espacio. Pero es siempre el artista el que decide al final. Debe de ser así. Por ejemplo, en estos momentos estamos montando la exposición de Teo Soriano, que se inaugura en breve y, aunque conocemos perfectamente su obra, es Teo el que decide en última instancia, amén de que está trabajando in situ sobre una pieza.
¿Cuáles son tus ideales a la hora de comisariar?
Yo, cuando actúo como comisaria, intento hacer ver algo que antes no estaba, que no era evidente sin un discurso. Intento que el público lo vea desde mi punto de vista y después saque sus propias conclusiones.
¿Ha evolucionado la figura del comisario en los últimos diez años?
Bastante. Cuando yo comencé, hace muchos años, apenas existía en España esta figura. Poco a poco ha ido surgiendo y encontrando su justo sitio, aunque muchas veces se confunde su papel. Para mí no siempre es necesaria esta figura a la hora de hacer una exposición en una galería, pero es cierto que enriquece mucho el discurso: a3bandas es un buen ejemplo de colaboración.
¿Qué cambios destacarías en el panorama de las galería madrileñas en los últimos 10 años?
Todo, ha cambiado todo con la entrada del nuevo siglo. Cómo nos comunicamos a través de la red, cómo nos relacionamos entre todos. También la incursión del mercado especulativo en el mundo del arte, la aparente "facilidad" de todo y la explosión de artistas, galeristas, coleccionistas, curadores, políticos, ferias de arte... Todos ávidos de protagonismo, pero con memorias débiles; y todo un sistema del arte que sucumbe ante esto, como un gran tsunami imposible de parar. Ha cambiado todo menos algunos artistas españoles del último tercio del XX, imprescindibles, que ahora son invisibles. Ellos siguen en su sitio. Invisibles, pero en su sitio. Esto demuestra, por un lado, la fragilidad del sistema del arte en nuestro país, en una sociedad que da permanentemente la espalda a la cultura, y por otro, que probablemente ya no sea operativo el sistema tal y como lo conocemos, heredado directamente del siglo XIX. Pienso que estamos en otra era y que quizás la forma de trabajar que hasta ahora nos ha caracterizado a los galeristas ya no tiene sentido y hay que inventarse otra fórmula, mucho más ágil, más dinámica. Prueba de ello es la cantidad de galerías que han cerrado en los últimos años.