Requisito: curiosidad
Para ser comisaria hay que tener curiosidad. Y estar listo para un trabajo duro, sobre todo cuando es independiente. Virginia Torrente explica esta y otras cuestiones y selecciona cinco artistas madrileños.
Tras trabajar en numerosas instituciones y galerías Virginia Torrente (Bilbao, 1963) comenzó su andadura como comisaria independiente, ha realizado exposiciones en LABoral, Matadero o CentroCentro y ocupado cargos como el de directora artística de la feria JustMadrid o de la edición madrileña del proyecto Jugada a 3 Bandas.
Los artistas con los que Virginia realizaría una hipotética exposición son Belén, artista plástica interesada en el espacio y los elementos cotidianos que pasan desapercibidos bajo la rutina; Tamara Arroyo, artista multidisciplinar, cuya temática está marcada por el concepto de “memoria” entendida como recuerdo y/o ausencia; Miguel Ángel Tornero, fotógrafo que experimenta con la imagen a través del collage, las nuevas tecnologías o diferentes formatos; Carlos Maciá, que se considera esencialmente pintor, aunque su trabajo abarca otras disciplinas, ya que investiga los límites de la pintura; y por último, Guillermo Mora, que también explora las posibilidades de la pintura, usando los materiales típicos de ésta para crear nuevos formatos.
¿Cómo definirías la labor de un/a comisario/a?
Para mí personalmente, la labor del comisario depende completamente del tipo de comisariado que se haga. A lo largo de mi trayectoria he trabajado:
a) Con colecciones. Este es un campo donde el trabajo se basa en piezas existentes, donde la posibilidad de elaborar un discurso responde a las propias obras y su interés intrínseco, y sabiendo hacerlo, siempre se deben aportar nuevas miradas al discurso expositivo.
b) Como comisaria de exposiciones de tesis, mis intenciones están centradas en la relación de lo creativo con otros campos, como son las ciencias en toda su extensión, la historia, la política… Arqueología y geología me interesan especialmente, dado que tocan temas donde el tiempo se alarga y las teorías que lo sustentan juegan mucho con lo real, lo teórico y la idea de falso y verdadero, por intentar definirlo de una manera condensada y condenadamente breve.
c) Producción de nuevas obras, especialmente con artistas jóvenes, en exposiciones individuales. En este campo me interesan mucho el site-specific y el dibujo, como lugares de creación abiertos hasta el último momento en y para el lugar de la exposición.
Dicho todo lo anterior, el trabajo de comisario no tiene un sentido único sino que es tan extenso como se quiera entender, pero la labor es dar a comprender al público un relato, un discurso, que nunca debe ser críptico sino todo lo contrario. Es muy importante que, en un trabajo como el nuestro de comisario, tratemos de acercar el arte contemporáneo a expertos e inexpertos en el tema, por igual.
¿Qué crees que hace falta para ser comisario/a?
Una inmensa atracción por el arte, una curiosidad insaciable por conocer, comprender y seguir el trabajo de ciertos artistas que interesen a dicho comisario; nunca darse por vencido ante los problemas que plantea una exposición, capacidad para condensar por escrito lo percibido y así poder también transmitirlo… Una curiosidad innata que no se acabe nunca por conocer nuevos artistas y nuevos trabajos… ¡curiosidad en vena!
¿Por qué has elegido a estos/as artistas?
Porque me interesan sus trabajos desde que comenzaron sus carreras, por su capacidad de ir evolucionando, y todos y cada uno de ellos, por ponerse retos y tener la intensidad suficiente para que la obra no se estanque ni decaiga, por lo menos hasta ahora mismo en sus diferentes recorridos… también por la permeabilidad de soportes que veo en sus resultados, que intercalan con toda naturalidad. De nuevo, la curiosidad por experimentar.
¿Cuáles son tus referentes o ideales a la hora de comisariar?
Como referente histórico tradicional para mí es la figura de Harald Szeemann, que define el modelo de curador contemporáneo en el siglo XX; también Nicolas Bourriaud por la estética relacional, con la que me defino bastante como comisaria; y Boris Groys como teórico contemporáneo… me interesa el artista que desafía el espacio de exposición con trabajos específicos, que no le vale cualquier lugar o más bien, que el lugar de exposición suponga un reto para la presentación de su trabajo… que todo lo que suponga dar un paso adelante en su trabajo sea interesante, y como comisaria, me gusta que mi trabajo sea desafiar ese reto, ¡empujar al artista para que se sienta a gusto en ese desafío!
Se habla mucho de la relación que el comisario establece con los artistas, pero ¿qué hay de las obras? ¿También se establecen relaciones con ellas?
Si se establecen relaciones intensas con los artistas, obviamente también con las obras, ¡que son el resultado de su trabajo! En mi caso, esta relación es intrínseca, está claro, pero ese apego a las obras es ambiguo, por lo menos en mi caso… según todo lo contado anteriormente, me siento tan a gusto en el montaje de una exposición como debe sentirse el artista, con las dudas y problemas que supone un site-specific; pero por lo mismo, tanto artista como comisario saben que el fin de esa obra concluye con el fin de la exposición. Entonces, esa intensidad y ese amor por el trabajo, termina felizmente al acabarse la exposición… Esto me gusta que sea así. Igualmente, la mayoría de las obras perduran en el tiempo, pasan a pertenecer a colecciones, públicas o privadas, y ¡están ahí para poder mostrarse otra vez de nuevo en otro proyecto expositivo!
¿Cómo se encuentra el equilibrio entre el discurso conceptual de una expo, las necesidades del artista y la correcta recepción de las obras por el público? ¿Hay alguna fórmula que ayude a lograr este encuentro a tres bandas?
Precisamente creo que en esta pregunta se define la función del comisario, que tiene que ser capaz de encontrar y solucionar el enlace de los tres puntos de la primera pregunta con agilidad: discurso, artista y público. ¿Fórmula? Ninguna… Capacidad del encuentro de las tres bandas: toda la posible.
Como comisaria has desempeñado tu labor en galerías, colecciones, museos, instituciones y de manera independiente. Según tu experiencia, ¿en cuál de estas situaciones tiene un comisario mayores ventajas? ¿Existe algún puesto que sea la panacea curatorial?
¡Já! La panacea curatorial… ¡Si esto existiera…! Actualmente llevo 10 años como comisaria independiente y es un trabajo duro, dependiente de que tus proyectos interesen en una institución, cuando estamos en los momentos más bajos de interés comisarial dentro de las instituciones… Por lo mismo, el comisario dentro de la institución tiene el terreno acotado y muchas veces su trabajo es más de coordinación que comisarial. No hay un modelo perfecto, y menos, mientras los museos e instituciones de nuestro país no vean la necesidad de formar un cuerpo comisarial, de tener un programa definido a medio plazo -¿cinco años?-con líneas de trabajo que incluyan, por ejemplo, comisarios independientes trabajando en un proyecto a corto-medio plazo dentro de la institución, no digo en plantilla… Vuelvo a un eterno ejemplo: el programa "Fisuras" del MNCARS, que debería mirar como funcionó durante años –y bajo varios directores- el Espacio Uno de dicho museo… faltan líneas definidas, se improvisa constantemente y no precisamente bajo unas directrices comisariales…
Un comisario no tiene en ninguna circunstancia “las mayores ventajas”, como no lo tiene tampoco el artista… nuestra “mayor ventaja” es subsistir haciendo un trabajo que nos gusta, y no otro, para poder comer.