La Carbonera, un año de arte emergente
Berta López, Agostina Flamini y Agustín Miguélez son los tres artistas que hacen posible La Carbonera, un espacio artístico alternativo cuyo objetivo es fomentar la cultura y facilitar a artistas emergentes un lugar donde exponer, valorando únicamente su obra, sin que importe su trayectoria, y sin comisiones por exposición o venta.
En 2014 se cruzaron los caminos de estos tres artistas que, buscando un espacio para compartir estudio, terminaron formando La Carbonera, un lugar que cumplía los requisitos que ellos mismos buscaban en su carrera profesional, tal y como Agustín explica: “Compartíamos las mismas inquietudes: exponer y explorar nuestras posibilidades como artistas emergentes. Pero sólo exponíamos en cafés o bares, un circuito artístico menos profesional. Nos dimos cuenta de que la alternativa la podíamos proponer nosotros: desde los artistas hacia los artistas. Así empezamos a montar un circuito alternativo”.
En cuanto vieron un local en Malasaña, no lo dudaron y se pusieron manos a la obra. En un mes acondicionaron el lugar y lanzaron una convocatoria para su primera exposición, que resultó ser un éxito. “No hacemos exposiciones siempre, los formatos con los que trabajamos son libres, sin temática, sin trayectoria... Si la propuesta o la obra es buena, no miramos nada más”, declara Agostina. Pero La Carbonera no es un proyecto exclusivo para artistas, como apunta Berta: “Estamos abiertos a cualquier persona que nos haga una propuesta. Mucha gente nos escribe con proyectos que en ese momento no encajan con nuestra programación, pero siempre nos acordamos de la propuesta de esa persona. Intentamos dar salida a todas las ideas que nos mandan, ya sean artistas, gestores...”.
La Carbonera se perfila como una alternativa real y tangible frente a los cerrados circuitos artísticos tradicionales. Agostina reflexiona: “Las galerías tienen un formato a veces abusivo: o te cobran por exponer, o se llevan un gran porcentaje de la venta, o hacen convocatorias temáticas o para artistas con trayectoria. Y al final no tienes el dinero para acceder o no tienes la trayectoria”.
Pero, ¿se podría decir que La Carbonera es una galería de arte? Agustín es muy claro: “Una galería tiene fines de lucro y unas temáticas cerradas. Nosotros escuchamos todas las propuestas y damos espacio a nuevos y novedosos proyectos que no encuentran su sitio en los circuitos habituales”. Berta señala: “No nos llevamos porcentajes por exponer o vender. Ponemos en contacto directamente al artista con el cliente. Además, acudimos a la gente con la que ya hemos trabajado, y ampliamos ese círculo mediante las convocatorias”.
Sobre por qué los artistas emergentes no logran conseguir oportunidades en el mundo laboral, los tres están de acuerdo en que es un problema de raíz educacional: “Hay una infravaloración del trabajo cultural por parte de la sociedad”, dice Agustín, “Hay gente que regatea al comprar una obra, pero en un concesionario de coches no regatea al comprar un coche. Ahí está el problema”, afirma Agostina.
Sin embargo, La Carbonera, que en ese momento se localizaba en Malasaña, se sustentaba gracias al dinero y esfuerzo de sus creadores y “en un momento dado, los costes nos empezaron a sobrepasar y el local se quedaba pequeño, así que buscamos otra opción”, comenta Agustín. Fue entonces cuando recibieron el apoyo de José Antonio Mondragón, de Factoría de Arte y Desarrollo; Agostina cuenta: “Él empezó como nosotros y nunca recibió ayuda. Se vio reflejado en nuestra iniciativa y nos ayudó muchísimo. Con estas cosas te das cuenta de que este tipo de proyectos son plausibles porque se trabaja en red, son colaborativos y comunitarios”.
Tras unos meses en los que La Carbonera realizó actividades en Factoría y también en el espacio urbano, decidieron presentarse a la convocatoria de residencias en Espacio Oculto, donde les seleccionaron y llevan desarrollando su actividad desde septiembre.
Respecto a la nueva ubicación, Agustín comenta: “El sitio es muy amplio y da mucho juego, además compartimos espacio con otros artistas y nos nutrimos mutuamente. La dificultad es que en Madrid, en cuanto cruzas el río -y además, teniendo tanta oferta cultural en el centro-, tienes que hacer cosas muy atractivas y puntuales para mover a la gente. De hecho, a partir de estar en Usera conocimos otra parte de la ciudad”. Pero el barrio de Usera también les ha facilitado una nueva línea de trabajo, que quizás en otras localizaciones no hubiera sido posible, como dice Berta: “Espacio Oculto trabaja mucho con el barrio y, al estar con ellos, también nos estamos integrando en el barrio. El tema de la integración social ha tomado un puesto importante en nuestros proyectos y se está trabajando mucho en esa dirección”.
Entre las actividades de La Carbonera, destaca su oferta de talleres: de dibujo al natural, grabado japonés, de fotografía, yoga... Son coordinados por Berta, Agostina y Agustín, que también seleccionan el profesorado, y los precios de los talleres suelen ser bastante ajustados. Agostina justifica este hecho: “La gente no quiere entrar a lugares como el nuestro porque piensan que no entienden, se automarginan... Queremos ser mucho más accesibles, que nadie tenga que entender de arte para venir a una actividad nuestra, que la comunidad sienta que no hay una barrera”.
La Carbonera ha cumplido un año de actividad y el balance es muy positivo, como explica Agustín: “Todo nos ha salido dentro de lo esperado, nuestro esfuerzo no es tan pesado porque estamos muy contentos. Es muy gratificante todo lo vivido, por la respuesta de los artistas, las actividades realizadas...” Para celebrar este aniversario lanzaron una nueva convocatoria, cuyo resultado es la muestra que se puede visitar en Espacio Oculto hasta el 15 de mayo. Berta comenta: “Los artistas se quedaron muy contentos y eso lo valoramos muchísimo. Trabajamos bastante la exposición, la manera de exhibirla y el comisariado con obras muy diferentes entre sí”.
Ahora mismo los miembros de La Carbonera se encuentran trabajando con ilusión en su próximo proyecto.