Reflexiones intergeneracionales
Miguel Trillo y Laura Carrascosa exponen en The Showroom de Lens, dentro del ciclo Géneros y generaciones, comisariado por Iñaki Domingo, donde la contraposición de las obras de los dos retratistas -pertenecientes a diferentes generaciones-, da lugar a una serie de reflexiones.
La muestra Géneros y Generaciones #01 Retrato, que se podrá ver, hasta el próximo 3 de marzo, en la escuela de artes visuales Lens de Madrid, representa el primer capítulo de una trilogía expositiva en la que el comisario Iñaki Domingo plantea un diálogo formal e ideal entre fotógrafos de diferentes generaciones en torno a tres géneros fotográficos: retrato, paisaje y bodegón.
En esta primera cita, para abordar el retrato, han sido invitados Miguel Trillo (Cádiz, 1953) y Laura Carrascosa Vela (Madrid, 1993). Retratista icónico de la movida madrileña e incansable observador de la evolución de las subculturas juveniles tanto en España como en otros países europeos y extra europeos (especialmente asiáticos), Trillo es uno de los fotógrafos españoles más consagrados y con mayor proyección internacional de su generación. Laura Carrascosa Vela es una joven y talentosa fotógrafa callejera, conocida entre otras cosas por sus retratos a los miembros de la comunidad china de Madrid y por haber participado, en 2015, en el libro fotográfico colectivo SUBCULTURCIDE (dirigido y editado por Andrea Ferrer).
Hablamos con Miguel y Laura de varios temas relacionados tanto con su trabajo en general como con esta exposición en particular. En diez preguntas abordamos temas como tribus urbanas, redes sociales, empatía, chiñoles, visionarios de la estética, fotógrafos imprescindibles y mucho más…
En el libro Subculture. The meaning of style (1979) el sociólogo británico Dick Hebdige afirmaba que el “estilo subcultural” (musical, de vestuario, de peinado etc.) de las tribus urbanas nacidas a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial marcaba en modo neto su identidad y representaba una manera de oponerse a la hegemonía cultural, tanto de las clases dominantes como de las generaciones anteriores. En este sentido, a través de sus peculiares lenguajes estéticos y corporales, las subculturas juveniles llevaban a cabo una subversión simbólica del status quo y una auténtica “guerrilla semiológica” (por usar una definición de Umberto Eco). Según tu experiencia ¿crees que hoy en día el estilo subcultural sigue teniendo la misma función o ya han cambiado las cosas?
Miguel Trillo Han cambiado las cosas porque internet ha des-jerarquizado los canales de información, pero el deseo de diferenciarse de los hermanos mayores continúa. El teenager es un recién nacido sexual, con una nueva sensación de experimentar su crecimiento, de aderezarlo con una música muy concreta, de envolverlo con una ropa que lo marca a modo de pañales para un nuevo cuerpo. En las orejas llevan de prótesis unos auriculares minúsculos e inalámbricos o unos mayúsculos y de colores intensos para manifestar la banda sonora. Aún falta mucho estudio transversal sobre qué es la semiología juvenil. Todavía no he leído ningún ensayo, por ejemplo, de los descosidos o rotos de los pantalones y su tipología desde los hippies a la actualidad.
Laura Carrascosa Vela Cuando me acerqué a fotografiar las subculturas y contraculturas de Madrid, lo hice desde la curiosidad y la cercanía; yo tenía 20 años recién cumplidos y había pasado por ser un intento de punki, skater, emo… Antes iba a quedadas que organizábamos por Fotolog o Tuenti, salía por las salas que más molaban entonces (Zombie Club, el antiguo Ocho y medio, Diamante, Elástico) y entraba con DNIs prestados y me parecía lo más emocionante del mundo. Luego, cuando ya cumplí los 18, y me pasé al mundo de los festivales y Malasaña, que es otra mina de oro. Así que no me atrevo a teorizar demasiado sobre esto ya que mi acercamiento no se construye desde ahí. No obstante, sí que creo en las palabras de Andrea Ferrer, la editora que dirigía el proyecto para el que hice las fotos, cuando dice que “ser mod, punk, heavy… es ya todo súper mainstream. Realmente la contracultura se gesta toda en Parquesur… esa gente son verdaderos visionarios de la estética. No están llenos de mierda estética como estamos los demás… es su barrio el que les hace ser así”. Ya no son realidades tan underground. Obviamente esto no tiene por qué ser aplicable al 100%, pero sí que veo que no era lo mismo ser heavy o punk en los 80’s que ahora. Por ejemplo, algunos de los retratados son compañeros míos de la Facultad de Filosofía y son personas comprometidas y activistas, no es en absoluto pose. En mi caso sí que lo fue, jajaja... Lo que hay que aclarar es que, aunque se hable de la muerte de la subcultura como tal, esto no significa que seamos unos jóvenes pasivos o indiferentes, sino que somos cambiantes y adaptables a unas velocidades excepcionales como el mundo que nos ha tocado vivir.
En mi opinión, tu trabajo tiene que ver con un planteamiento etnográfico y antropológico cultural. Me refiero a que si por un lado tus fotografías documentan la existencia de ciertas realidades sociales underground, describiendo sus connotaciones peculiares, por otro lado hablan de un encuentro emotivo con el otro. Esto es, hablan de un deseo profundo de conocer la alteridad, de entrar en relación empática con las personas retratadas, de acercarse a ellas. ¿Estás de acuerdo? ¿Podrías hablarnos de este aspecto de tu trabajo y de cómo te relacionas con las personas que retratas?
M.T. Si no hubiera empatía, no habría fotografía. Mis fotografiados comparten cierta alteridad generacional. Y yo me he convertido en un alter ego a perpetuidad. Antes me relacionaba más, sobre todo en los años 80. En los 90, ya menos. Y en lo que llevamos de siglo, apenas. Pero la diferencia es que antes casi nunca volvía a ver a la persona que fotografiaba y ahora nos podemos seguir por las redes sociales.
L.C.V. ¡Por supuesto! De hecho, elucubrando, sería un 90% de acercamiento emotivo y un 10% de planteamientos etnográficos o antropológicos. No busco entender y explicar el mundo, quiero preguntarle cosas y vivirlo. Quiero decir que, aunque “registre” esa existencia, no es mi intención describir, documentar o sentar cátedra, sino establecer vínculos. Acercarse a otras realidades y explicarlas es lo que ha estado haciendo el hombre blanco desde hace siglos y yo no quiero participar de ello. La manera de acercarme a otras realidades, entonces, es escuchando y compartiendo.
A veces intento teorizar y me acabo alejando de ello o no sintiendo ese proyecto como mío, como me ha pasado con mi último trabajo sobre la comunidad china en Madrid, porque no me interesa esa postura. Sólo me siento conectada y con ganas de contar cosas desde el nosotrxs. En el caso de las subculturas o mi trabajo actual, siento que hablo de mí.
En mis fotos personales siempre intento establecer lazos afectivos con las personas que retrato. Darles a ellos algo de mí ya que ellos están dando mucho de sí. Dar tu Facebook, tu Whatsapp o tomar algo antes de hacer las fotos ya te conecta un poco con la persona… Y luego todo esto ha sido mucho más interesante que la foto en sí. No es que me parezca peor otra manera de fotografiar, sino que a mí no me llena e incluso soy peor fotógrafa si no trabajo así.
En la exposición Géneros y Generaciones el comisario Iñaki Domingo apuesta por un diálogo entre dos fotógrafos de diferentes generaciones en torno al género del retrato. ¿Cómo te has acercado a este diálogo?
M.T. Por medio de correos electrónicos. Rara vez Laura y yo hemos usado la voz por teléfono. Un trimestre antes tuvimos una primera reunión los tres en la sala de la exposición en la Escuela Lens para desgranar el proyecto y luego otra entre Laura y yo para hacer la maqueta sobre la pared real y visitar el laboratorio y elegir el tipo de papel. El resto del diálogo fue por e-mail Madrid-Barcelona o viceversa.
L.C.V. Ante todo, con ganas de aprender, divertirme y darme un chute de energía. Miguel Trillo siempre ha sido una referencia para mí: pensar en retratar tribus urbanas en Madrid es pensar inmediatamente en Trillo… Sus imágenes estaban constantemente en mi cabeza y en la de todas las personas que veían mis fotos, así que siempre me comparaban. Lo que tenía que conseguir era “sacar a Trillo” de mi imaginario y elaborar mi propio relato. Creo que esto es algo a lo que todos los fotógrafos jóvenes nos enfrentamos. Que Iñaki Domingo propusiese este diálogo entre los dos suponía que por fin me tenía que enfrentar con esto cara a cara y ver nuestras coincidencias y nuestras diferencias.
¿Qué destacarías del trabajo de tu compañero/a de exposición?
M. T. La rapidez con la que va cerrando etapas. No las cierra, las deja entreabiertas para que la corriente oxigene el proyecto siguiente. Ahora en fotografía se trabaja con series distintas como los escritores hacían con las novelas. Eso antes no era así, el fotógrafo era más lento en la digestión, más estomacal y menos cerebral o intelectual.
L.C.V. - ¡Un montón de cosas! Y no sólo de su trabajo sino de él: su persistencia, su vitalidad, su compromiso ético, las localizaciones que elige, su habilidad para encontrar el detalle, su imaginación… ¡No sé cómo ha podido hacer tantos retratos y no repetirse! También me ha llamado mucho la atención todas las historias detrás de sus fotos que él ha guardado en su memoria y comparte con los demás.
¿Podrías hablarnos de las obras que presentas en la muestra y de qué serie forman parte?
M.T. - Hay dos zonas claras. Una, mis fotos en color de tribus urbanas del Madrid de los 80 mayoritariamente. Esa parte me la he planteado como un vis a vis con las fotos de Laura en el Madrid de ahora. Luego yo he presentado el material más reciente de mi serie “Gigasiápolis”, centrada en megápolis de Asia, serie en la que llevo ya bastantes años. La novedad es que he colgado retratos hechos en dos capitales de países musulmanes: Kuala Lumpur (Malasia) y Yakarta (Indonesia).
L.C.V. - El diálogo arranca con una anécdota: nos conocimos gracias a un proyecto colectivo, SUBCULTURCIDE, en el que Miguel Trillo iba a participar junto a otros fotógrafos callejeros consagrados. Al final el proyecto cambió y entramos unos cuantos jóvenes en su lugar. Al acabar este proyecto nuestros caminos se separaron. Él sigue fotografiando jóvenes subculturales y contraculturales y yo me distancié de esto. Curiosamente, cuando Iñaki Domingo nos propuso a ambos participar en esta expo, nos dimos cuenta de que los dos estamos trabajando sobre Asia. En la expo de Lens mostramos este libro por el que nos conocimos y unos cuantos objetos sobre el uso que ha dado cada uno a sus fotos. En esta parte yo muestro capturas de Facebook y textos que he ido escribiendo durante estos años. Para mí Facebook es el mejor escaparate del yo (ese “yo” social que queremos que otros vean). Además, luego me divierte mucho mandarles las fotos, que tengan libertad para subirlas y cotillear qué foto han escogido mostrar al público y qué dicen sus colegas al respecto.
Tras este popurrí hay una pared en la que a modo de mosaico conviven fotos suyas desde los 80 a los 2000 con fotos mías del 2014. Le mandé a Miguel una selección de fotos que me recordaban sospechosamente a las suyas y él respondió con fotos que había hecho años atrás. Y sí, son sospechosamente iguales.
Al final, que en realidad es el principio de la expo, enfrentamos pared con pared el último trabajo que hemos desarrollado cada uno. En mi caso, enseño las fotos que he hecho durante 2015 y 2016 a los jóvenes chiñoles que viven en Madrid. Este trabajo se llama Como la casa mía y es el germen de lo que estoy haciendo ahora.
En el montaje de la exposición, además de las imágenes, juegan un papel importante algunos textos escritos por los dos fotógrafos. ¿En qué consiste tu parte textual?
M.T. - Teniendo en cuenta que Laura está estudiando Filosofía y yo soy licenciado en Lingüística empezamos la correspondencia hablando de la hermenéutica del lenguaje. Casi nada. Luego yo le comenté un escrito de Valentín Roma sobre la nueva orientación de la sala de La Virreina en Barcelona y Laura me envió reflexiones del sociólogo Zygmunt Bauman, que todavía estaba vivo. Pero fuimos pasando a mandarnos menos textos y más fotos para ver las equidistancias. Y los típicos planos de sala y maquetas de paredes. Los textos que hemos firmado y colocado en la pared son el zumo de tanta correspondencia.
L.C.V. - Por mi parte hay tres textos escritos por mí y otros tres escritos por Fani, una chica a la que retraté varias veces. Muestro los pensamientos que se me han ido pasando por la mente mientras hacía fotos, mis experiencias… Son importantes porque contextualizan el trabajo y hablan de cosas que no se pueden fotografiar como pueden ser las excusas que alguien te pone para no ser fotografiado.
¿Cómo crees que la presencia, cada vez mayor, en nuestra vida, de tecnologías digitales como tablets y smartphones esté afectando a la fotografía en general y a tu manera de trabajar en particular?
M.T. - A mí poco me va a afectar ya, porque estoy en la fase recolectora. Pero a quien empieza ahora a sembrar imágenes va a ser duro hacerse un nombre en la fotografía. Estamos ante una tormenta perfecta con un interminable diluvio universal de imágenes. Una alternativa está siendo la intelectualización, como pasó en el arte contemporáneo. Ya se ha quedado sin sentido el debate de si la fotografía es arte. La fotografía tradicional y la pintura tradicional se han hermanado como artes reaccionarios. La fotografía actual como idea más que como imagen bella es un hecho en muchos fotolibros, que parecen cercanos al arte conceptual.
L.C.V. - Yo he crecido ya con ordenador, smartphone y aparatos varios, así que no sé cómo se vivían las cosas antes de esto. Personalmente, dependiendo del proyecto, hago las fotos en digital o en analógico, entran en relación con las tecnologías o no, etc. Por ejemplo, en la expo muestro un par de retratos que Fani, la retratada, retocó con la app Meitu Xiu Xiu porque no se reconocía en la foto “original”. La obra final, por tanto, es su retoque, pero habrá otras imágenes en las que esto no sea pertinente. Desde luego, si no existiesen las tecnologías nunca hubiese descubierto qué siente ella y cómo se ve mejor de manera tan rápida, porque no podría haberle mandado desde mi casa la foto tan rápido ni ella la hubiese podido modificar con un programa que te altera en dos minutos… Y, probablemente, sin las tecnologías, sin el selfie del smartphone que te deforma y sin las redes sociales ella no hubiese sentido esa disociación con su imagen.
¿Qué relación tienes con las redes sociales más visuales, como Flickr, Instagram, Snapchat etc.? ¿Las utilizas? Y si sí, ¿cómo?
M.T. - Flickr nunca la usé. Y Snapchat no la he usado aún. En Facebook me di de alta a mediados de 2015 y hace unos meses en Instagram y en Twitter pero solo he colgado quince fotos en Instagram y en Twitter he puesto tres tuits. A lo mejor me quito, porque es una redundancia. Facebook es la que más uso, aunque pongo dos o tres cosas al mes, más como tablón de anuncios de mis exposiciones. Da una sensación de que estamos todos de excursión.
L.C.V. - Empecé con Flickr y allí es donde encontré mis primeros referentes y amigos fotógrafos con los que quedaba para salir a hacer fotos, pero hace años que no lo uso. De vez en cuando subo una foto por nostalgia pero ya está. Snapchat lo tengo para hacer el tonto e Instagram estoy empezando a darle importancia ahora casi por obligación… Parece que mucho trabajo sale de allí y que si no tienes seguidores no te llaman. No tengo Twitter ni similares… ¡Sólo uso Facebook y me encantaría usarlo menos! Intento que toda esta vorágine no me arrastre con ella y me haga tomar decisiones apresuradas, compartir imágenes inmaduras sólo por la necesidad de aprobación, vivir en una burbuja de egos… Hay músicos que tienen muchos seguidores en redes pero luego vas a un concierto suyo y no hay nadie. Tengo miedo de obsesionarme con tener followers porque es lo que se destila y que luego eso no se traduzca en nada tangible.
¿En qué estás trabajando actualmente?
M.T. - En lo mismo, pero haciéndolo girar. He perdido visión nocturna, por lo que solo salgo con la cámara por el día. Sigo con la serie “Gigasiápolis”. Acabo de estar en Hong Kong. Me he traído un retrato de un rasta, que me faltaba. No había dado con ninguno en Asia. Tampoco es que actúe como si fuera un coleccionista de cromos y viaje en busca de los que me faltan. Pero me gusta planificarme. Se vio claro en mi libro “Afluencias. Costa Este Costa Oeste” de la expo de 2014 en Tabacalera de Madrid. Emparejé el mundo comunista y asiático de Hanói y Saigón con el musulmán y africano de Casablanca y Rabat. Y le añadí el multicultural norteamericano de Nueva York y Los Ángeles. Ya pensé que no iba dar más vueltas de tuerca. En esta exposición en Lens se ve que sí. Otra novedad es que cada vez se están colando en mi archivo más fotos del mundo del cómic. La cultura juvenil ya no es solo música y estética occidental. Lo oriental cada vez seduce más y el manga es su mayor atracción.
L.C.V. - Estoy haciendo un proyecto sobre mi amiga Xirou Xiao y nuestras diferencias culturales, su manera de ver mi ciudad, la evolución de nuestra amistad, las ideas preconcebidas que tenía en mi mente sobre lxs chinxs, lo que a ella le recuerda a China y por tanto yo lo estoy asociando con ello, cómo lo más distinto puede ser lo más cercano… Llevo retratándola (o retratándonos más bien) dos años y pico y por ahora el plan es seguir.
Para terminar, recomiéndanos 5 nombres de fotógrafos o fotógrafas imprescindibles para ti.
M.T. - August Sander por su trabajo de mapear su país con personas, Diane Arbus por sus retratos en el Central Park neoyorkino, Wolfgang Tillmans por haber llevado la cultura juvenil de club a los museos, Rineke Dijkstra por sus retratos de estudio de jóvenes al aire libre y Shoichi Aoki por haber llevado el Street Style al exceso.
L.C.V. - Federico Clavarino, Viviane Sassen, Diane Arbus, Ren Hang y Nan Goldin.