En #Ey!Studio
Un grupo de artistas comparten lugar de trabajo e ideas en un luminoso espacio en el distrito de Carabanchel. #Ey!Studio es más que un estudio de artistas, es un punto de encuentro.
El distrito de Carabanchel nos recibe a través de la boca de metro de Urgel. Enseguida empezamos a callejear bajo el moderado sol de abril y reconocemos algunos lugares por los que ya hemos pasado, como el estudio de Marina Vargas y Zdenek Tusek o U Estudio, el espacio de trabajo de Eduardo Balanza y Yann Leto. Nos adentramos en las calles del barrio y una extraña quietud se adueña de nuestro trayecto: el Cementerio Sacramental de San Lorenzo y San José está cerca. Este sosiego contrasta con unas canchas deportivas, situadas casi contiguas al camposanto -solitarias en ese momento-, que parecen contener una tensa energía vibrante, a punto de estallar en cuanto sean usadas.
En #Ey!Studio nos reciben Alfonso Fernández y Begonya Garcia -quienes forman el colectivo SN-, Florencia Rojas y Esther Merinero. Completan el elenco del estudio dos personas más que se encuentran ausentes: la artista Julia Llerena, quien está disfrutando una residencia artística en Barcelona con Blue Project Foundation, y Atozki, un artesano que realiza joyería en plata.
“¿#Ey!Studio? porque, ¡ey!, estamos aquí risas”, bromea Begonya al preguntar sobre el nombre del estudio y desvela: “El nombre lo decidimos entre Julia, Alfonso y yo”; Alfonso explica un poco más: “Queríamos algo que fuera corto y que pareciera un saludo. Nos apropiamos de un símbolo de WhatsApp, el gesto de Star Trek de los vulcanianos. Queríamos darle una identidad al estudio y generar un lugar de encuentro”. En efecto, #Ey!Studio tiene un gran significado como punto de encuentro, una característica que interesa y beneficia a todos los integrantes del estudio: “Existe un componente psicológico de querer estar en contacto con gente que se dedica a lo mismo que tú. Quería reconectarme con gente de mi misma generación y ver qué hacían”, explica Florencia. Parecido es el caso de Esther, que prácticamente acaba de volver a Madrid, tras formarse en Reino Unido, y se sentía un poco perdida en el panorama nacional: “Al llegar a Madrid estaba un poco agobiada porque, a pesar de que he vivido aquí toda mi vida, no sabía qué había aquí a nivel artístico. Gracias al estudio he visto que hay mucho más de lo que me imaginaba. Antes no me planteaba vivir en Madrid a largo plazo, y ahora sí”. Esther llegó a #Ey!Studio tras una búsqueda precisa y consciente: “Busqué estudios a través de la web de Art Banchel y contacté a mucha gente. Me puse muy contenta cuando SN me contestaron porque encajamos muy bien y me siento muy apoyada por mis compañeros de estudio; esto me parece fundamental. Además, cuando llegué de Londres conocía a muy poca gente del contexto artístico madrileño y ahora, a través del estudio, estoy conociendo a muchísima gente. El estudio para mí también es una herramienta para conocer el ambiente artístico de Madrid”.
Art Banchel es una iniciativa que los miembros del estudio valoran positivamente. Alfonso comenta: “Fue un proyecto autogestionado que posibilitó la oportunidad de participar en un proceso totalmente abierto. No hubo criba: había estudios de artesanos, de gente de artes escénicas, de artistas visuales… Consistió en lanzar una propuesta, invitar a alguien y abrir el espacio. Yo no sabía que había tantos estudios por aquí y para eso también sirvió Art Banchel, para mapear los lugares de trabajo de otros compañeros y conocernos”. Sobre el supuesto rol de los artistas como agentes gentrificadores del distrito de Carabanchel, Begonya expone la experiencia de SN: “Tras intentar trabajar en casa, decidimos buscar un sitio y terminamos en Carabanchel, en la calle Pedro Díez” -aquí Alfonso puntualiza: “En un local muy pequeño sin luz natural… Era como estar en un búnker”- continúa Begonya: “Cuando entramos en el local de Pedro Díez no había tantos estudios como ahora por la zona. Una gentrificación tiene muchos factores. Nosotros podemos ser un elemento más de un movimiento mucho más global”. En ese sentido Esther afirma: “Somos una consecuencia de la gentrificación. Somos agentes que activan un espacio nuevo por necesidad económica. Al final acabamos siendo víctimas porque los precios suben y tenemos que buscar otro estudio en otra zona”, y Florencia concluye, concisa: “La responsabilidad no es de quien llega a una zona porque no tiene dinero, sino de la falta de regulación y la especulación”.
En el estudio se palpa un ambiente relajado y un compañerismo que incita a la concentración: “Cada uno tenemos nuestro estilo muy definido, pero las preguntas y los consejos vuelan y nos consultamos muchas dudas y, al ser todos tan diferentes entre nosotros, sus respuestas te dan otra visión” dice Begonya, y añade Esther: “Respeto y valoro la opinión de los demás porque me gusta lo que hacen y pienso que son buenos. Es en un estudio muy agradable en ese sentido, me gusta el trabajo de mis compañeros y sus opiniones las tomo muy en serio. Es una relación muy cercana”. Sobre posibles colaboraciones entre ellos, como colectivo o en proyectos puntuales, Alfonso se muestra escéptico: “Creo que para que surja algo sí se necesita una continuidad y un tiempo juntos que ahora mismo no tenemos entre las residencias y los demás proyectos”.
Los primeros en llegar a este espacio fueron Julia, Begonya y Alfonso, SN: “Estábamos saturados del estudio de Pedro Díez y buscábamos un espacio con luz natural. Encontramos este por internet y fuimos los primeros en contactar”, cuenta Begonya, y prosigue: “Para nosotros tener estudio es necesario porque vivimos en un piso muy pequeño con dos gatos [risas]. El primer año que estuvimos en Madrid trabajamos en Espacio Oculto. El segundo año estuvimos trabajando en casa, pero todo lo que hicimos ese año fue con ordenador o performance… No podíamos hacer nada más manual”. Sobre cómo influye el espacio de trabajo a la hora de desarrollar ciertas piezas, Begonya comenta: “Cuando tenemos un espacio de trabajo más amplio solemos producir piezas más objetuales. Ahora nos encontramos con la complejidad de adquirir un nuevo lenguaje formal que hasta ahora no habíamos podido experimentar y en eso estamos trabajando. Pero pienso que si tuviésemos un espacio más amplio no creo que hiciésemos piezas más grandes, aunque es cierto que nos daría la oportunidad de poder explorar”. Alfonso apostilla: “Si tuviésemos un espacio más grande lo utilizaríamos para otras cosas: encuentros, compartir actividades… Es lo que nos gustaría realmente”. SN está trabajando en una serie de nuevas piezas: “Las líneas que estamos investigando son la economía del sí mismo, el exceso de positividad y los síntomas corporales que se generan en el individuo, así como la industria que se genera alrededor, tanto a nivel físico como emocional “, aclara Alfonso. A finales de mes presentarán una pieza audiovisual que forma parte de esta serie en el programa “Les Cliníques” en Es Baluard y el próximo mes de junio, el colectivo viaja a Panamá, cuenta Begonya: “Allí tendremos una exposición individual en el Centro Cultural de España, donde también realizaremos una serie de actividades y talleres”.
Para Esther, el estudio es “una herramienta muy necesaria”. Marcada por su formación inglesa, cuenta que “en Londres, al no tener asignaturas en la universidad, lo habitual es que pases mucho tiempo en el estudio y me he acostumbrado a pasar muchas horas en el espacio de trabajo, aunque a veces no tenga un proyecto inminente que realizar. Si vienes solo cuando tienes que hacer algo, te pierdes todos los otros momentos en los que creas algo sin saberlo y, aparte, te pierdes los momentos con los demás”. Esther está preparando varios proyectos: Estoy trabajando en algunas piezas para Art Banchel, donde también voy a participar en Espacio Vista como comisaria. Actualmente, estoy investigando alrededor de la materialidad de los objetos, los espacios físicos y digitales, el falso 3D y lo virtual. En breve voy a presentar unas piezas en un espacio expositivo virtual alojado en una app, AVD. En junio voy a exponer y a participar en el comisariado de una exposición en la antigua embajada británica en Madrid. Además, he creado la plataforma digital WAITING_ROOM_, donde estamos organizando una residencia artística de manera virtual y ya tenemos la confirmación de diferentes artistas que en breve comenzarán su residencia”.
Florencia admite que no necesita grandes lujos en su lugar de trabajo, pero sí un espacio que le proporcione intimidad y tranquilidad: “Cuando he tenido un escritorio me he adaptado y cuando he tenido un buen espacio, lo he disfrutado. Creo que la imagen del artista creando las 24 horas en un estudio es de antaño. Nuestra generación trabaja mucho con fuentes que vienen del exterior o de lo digital, por lo que no necesitamos un lugar específico donde trabajar, aunque -dicho esto- es verdad que sí necesitamos una habitación donde poder cerrar la puerta y canalizar todo. Un sitio donde pueda pensar solo en mis proyectos y nada más”. Tras pasar por Berlín, Bilbao y Málaga, y volver de nuevo a Madrid, donde ya vivió en 2008, Florencia decidió entrar a #Ey!Studio, en un principio, por una cuestión de almacenamiento: “Fue por necesidad de espacio. Casi toda mi obra está en Málaga y quiero traérmela aquí. Empecé a almacenar en mi habitación, pero era imposible”. Florencia está inmersa en su tesis en Bellas Artes, un proyecto que aúna investigación artística tanto práctica como teórica y que se centra en lo invisibilizado y lo que queda fuera de la representación hegemónica: “Cuando llegué a Madrid me apetecía saber qué era lo que me escondía la ciudad. Di con el parque Dehesa de la Villa, donde hay restos de refugios de la Guerra Civil sin catalogar ni conservar. Entiendo este parque como paradigma de espacio invisibilizado. A través de la búsqueda, el hallazgo y el registro de los vestigios casi imperceptibles estoy generando un conjunto fotográfico que está entre lo político y lo poético“.
Cuando preguntamos a los integrantes de #Ey!Studio sobre cómo sería su estudio perfecto oímos varias opiniones: “Uno que tuviera un taller donde poder trabajar madera y otros materiales”, exclama Esther; “que tuviera un espacio tipo cubo blanco para poder programar”, afirma Begonya; “que mi estudio fuera más espacioso y tuviera más luz”, desea Florencia; “ que tuviera una terraza”, sueña en voz alta Alfonso.
Después de la lluvia de ideas, Begonya confiesa: “Bueno, la verdad es que este estudio se acerca mucho a mi estudio ideal”.