Con José Díaz en los pliegues de la noche
En el hueco creado por un pliegue nos encontramos con José Díaz. En ese hueco, dentro de “Retrospectiva” de Carlos Fernández-Pello en García Galería, José habla sobre su proceso de creación y la relación que existe entre su trabajo y las obras expuestas en esta particular retrospectiva.
Lo múltiple, escribía Deleuze, no es sólo aquello que tiene muchas partes, sino lo que está plegado de muchas maneras. Infinitos pliegues que se desconocen entre sí generan huecos y espacios oscuros, rincones que se encuentran cuando abordan, de repente y por sorpresa, a uno. De este modo, José Díaz se mueve con su pintura entre “el laberinto del continuo en la materia” y “el laberinto de la libertad en el alma”. Entre esos dos pisos del infinito que Deleuze diferenciaba, va y viene José Díaz en el proceso de pintar puesto que, como comenta él mismo, le gusta más pintar que la pintura. En ese sentido, lo que se asocia a la pintura es una manera de hacer, más que el resultado final que se pueda contemplar –sin que esto último se tenga que reducir necesariamente a algo anecdótico-.
En el proceso de pintar se activan, en el caso de José, una serie de movimientos y fuerzas para el cual es indispensable un trabajo desde la improvisación libre, a partir de ciertas ideas flotantes reconocibles. Comenta que más que por la pintura él está interesado en pintar y de ese modo ese pintar deviene un forma de hacer que exige un distanciamiento y una reflexión sobre lo que está sucediendo en el lienzo a partir de hallazgos formales. Aun así, aquellas ideas flotantes, que son reconocibles y que se pueden concretar en palabras y conceptos, sirven para adentrarse en un terreno difuso y en un principio inexplorado, porque en un terreno oscuro no quiere decir que no haya nada que no espere ser descubierto.
En una de sus exposiciones, José Díaz toma una serie de términos que Ramón Gómez de la Serna empleó para hablar de los cuadros y la paleta de José Gutiérrez Solana para evocar la visión degradada de una época muy determinada y la noche de Madrid. Las referencias que podemos encontrar en la obra de Díaz no se reducen ni mucho menos a esta y así tenemos pinturas como “Los lobos de Ana” y “Deprisa, deprisa”, ambas remitiendo a películas de Carlos Saura, en las que se retrata de una forma muy particular la historia de España y que enlaza con ciertos elementos del imaginario de José.
“Moco de caracol, enjundia de gallina, jugo verde de sapo” es ese conjuro de Gómez de la Serna que convoca las alteraciones de la obra, las distorsiones de los trazos y las formas cada vez menos reconocibles. En este sentido, profundizar en estos elementos extraños, en la noche que sustrae determinados elementos en virtud de otros, es profundizar en lo desconocido, en lo que, por falta de información, no se puede situar en una serie de coordenadas. Esta cierta indeterminación acerca la postura de José Díaz con la exposición “Retrospectiva” de Carlos Fernández-Pello en García Galería, aunque ambos aborden esto de lo desconocido desde distintas posiciones, activando una peculiar idea de sentido.