Tras las huellas de lo mutable con Alfredo Rodríguez
El artista Alfredo Rodríguez visita la exposición dedicada a Albert Renger-Patzsch en la Fundación Mapfre y el Museo de Ciencias Naturales. Mientras, habla de la imagen fotográfica, los procesos de transformación y los sedimentos de la imagen y su relación con los tiempos siempre en tensión.
“¿Tú sabes cómo nace la pintura?” me pregunta Alfredo Rodríguez. “No deja de ser una historia, pero fue por dos amantes que iban a separarse porque él debía marchar al extranjero y para tener ella un recuerdo de él, trazó su sombra que era proyectada por una vela”. La sombra en este caso tiene algo del amado –porque algo del rostro se proyecta– pero también de ese deseo hacia el otro; la sombra es el amado sin serlo. Esa paradoja también está planteada por Roland Barthes en "La cámara lúcida", cuando dice que aquello que aparece en la fotografía está siendo y al mismo tiempo ya no es. Como diría Jacques Derrida en relación a la escritura, la imagen tiene un cierto carácter testamentario. Es necesario resaltar esto, ya que Alfredo Rodríguez distingue claramente la imagen fotográfica de la fotografía; aquello más etéreo, provisional, y la presencia física, objetual.
La imagen fotográfica, sostiene Alfredo Rodríguez, sólo se acerca a las cualidades más superficiales de la naturaleza y en el fondo no tiene que ver ni con la realidad ni con la totalidad de las cosas. Este tipo de imágenes, que en el fondo son las que nos encontramos con mayor frecuencia, tienen que ver con una ficción. Con una pretensión de objetividad la imagen fotográfica acaba produciendo una ensoñación de lo que el mundo e*. En ese sentido, Alfredo Rodríguez atiende más bien a las múltiples huellas que permanecen, a través de procesos, físicos y químicos, de adición y de sustracción, como esa tensión de lo que ha sido y sigue siendo a pesar de que haya cambiado de estatuto.
La imagen parte del objeto, procede del objeto, y así se separa de él, lo parte. Es en ese proceso en el que deja una o múltiples huellas. El objeto desaparecerá, cambiará o mutará, pero la huella permanece. En esta estructura de la huella incide, precisamente, Derrida. “La huella es algo que permanece de un origen pero que se separa de él y permanece como traza en la medida en que se ha separado de su origen trazante”. Existe una afinidad en relación a esto en el planteamiento de Alfredo Rodríguez, incidiendo en los procesos que le ofrecen cada vez más huellas. Reducir la fotografía a la imagen fotográfica implicaría no haber comprendido la complejidad de la técnica, de todos los matices, suplementos y capas que ofrecen los distintos procesos.