El cómic se mueve con la MicroTBOteca
La MicroTBOteca es el proyecto de biblioteca móvil dedicada al cómic creado por Christian Osuna, una iniciativa que busca generar vías alternativas de acceso a la cultura y reivindicar el cómic como un elemento cultural transversal y popular.
Es martes al mediodía y en el número 24 de la calle Doctor Fourquet –donde se ubica el jardín comunitario Esta es una Plaza– nos encontramos con una biblioteca móvil repleta de novelas gráficas. De acceso libre, la MicroTBOteca se monta y se desmonta cada semana para ofrecer durante una mañana un espacio de lectura especializado en el mundo del cómic. Se trata de un proyecto de gestión cultural “naif” que quiere sacar los libros fuera de las bibliotecas, creando espacios puntuales de lectura in situ, adaptándose a los recursos disponibles y manteniendo un espíritu crítico con una propuesta local y de proximidad.
El proyecto, con carácter autogestionado, fue creado en 2015 por IDECómic (Instituto para la Divulgación y el Estudio del Cómic), vinculado al programa de radio "La Guía del Cómic", cuyo responsable es Christian Osuna. Nació como una propuesta más ambiciosa, la transTBOteca, enfocada a crear una gran sala de lectura en espacios públicos dentro de un contenedor marítimo. No obstante, se tuvo que dar paso a una versión más pequeña pero más viable, la que hoy conocemos como MicroTBOteca, "un sistema que permite montar una estantería con tebeos en un espacio ya existente”.
Se trata de recuperar un control de la cultura que a veces se torna de difícil acceso. El gestor es al mismo tiempo agente y mediador y construye por sí mismo tanto el objeto como las herramientas de difusión: el ya célebre DIY (Do It Yourself). Este formato es capaz de desarrollar estrategias culturales “a coste cero, que sean orgánicas y que puedan reproducirse o replegarse si hace falta, sin que por ello desaparezcan”. Es un proceso de búsqueda de “vías de acceso alternativas” a la cultura “fuera de los circuitos establecidos que se desarrollen en aquellos lugares donde uno se encuentra cómodo y con la gente que se está planteando las mismas ideas”, nos explica el creador. Sin duda, esta fase se ha visto favorecida por su pasado como profesional en el mundo editorial del cómic y su experiencia en revistas especializadas sobre arquitectura y diseño.
La concepción de las cajas fue ideada por el arquitecto malagueño Juan Santos, especialista en materiales alternativos. Se inspiró en la filosofía creativa del matrimonio de diseñadores Eames (según la cual todo se conecta) y propuso un sistema simple y sobre todo, práctico: unas planchas de madera a las que se les han hecho unas ranuras que sirven de punto de anclaje entre las diversas láminas y que se montan unas sobre otras. Una vez unidas, se convierten en una estantería de gran resistencia con una doble finalidad: cuando son cajas, se guardan libros; cuando las piezas se encajan, los mismos ejemplares se exponen en la estantería, conformando esta mini-biblioteca. Es en cierto modo, una regresión a la infancia a través de los juegos de construcción ya que “nunca se monta igual”.
Cada semana, Christian va dando forma a las estanterías lentamente en Esta Es Una Plaza, un enclave que se beneficia claramente de su cercanía a las galerías de arte de Doctor Fourquet y al Museo Reina Sofía para abastecerse de la materia prima de las estanterías, ya que las láminas de las que están hechas provienen de los embalajes utilizados para transportar obras de arte, que son donados regularmente al espacio vecinal. Se han construido en varios tamaños y se han logrado superar problemas relativos a la humedad. A pesar de los avances, sigue siendo un proceso de investigación incesante.
Entre sus estantes se hallan cómics de la colección personal de Christian y de otras donaciones puntales. Se pueden encontrar publicaciones de grandes editoriales como Astiberri, Dibbuks, Diabólo, Norma o Planeta, y de otras ya desaparecidas como Subterfuge, Glenat, Edt o Under Cómic, además de fanzines históricos y/o autoeditados e incluso libros más teóricos o ejemplares considerados incunables.
Por el momento, hay cuatro cajas construidas que, además de estar los martes por la mañana en este jardín de Lavapiés, desde mayo también se trasladan los jueves a las Naves de Daoiz y Velarde, en Pacífico. En ocasiones especiales, las cajas viajan por la ciudad: al Museo del Ferrocarril con motivo de la Feria del Libro del pasado año, o al puente de Colores de San Cristóbal colaborando con ¡Hostia un Libro! en el I Festivalito de Autoedición. Además, se han trasladado en dos ocasiones a GrafBCN –la feria de edición del cómic independiente de la ciudad condal– para presentar el proyecto, y se fueron a conocer una iniciativa muy similar que se desarrolla en Granada, la tebeoteca de la brújula de Momo. No obstante, el proyecto está en plena expansión y el objetivo final es su consolidación a través de nuevos espacios donde establecer nuevas estanterías y contar con nuevos colaboradores que quieran implicarse y “aprovecharse” del proyecto, creando una red de MicroTBOtecas en la ciudad que sean independientes entre sí.
Con todo, el éxito de la iniciativa radica en la curiosidad con la que se acerca el público a conocer el proyecto y en su idiosincrasia, la acción directa: “cuando un niño se sienta a leer, ya es un éxito y demuestra que funciona”, nos comenta Christian, ya que sin duda, el fomento de la lectura es uno de los objetivos intrínsecos de la MicroTBOteca. “Quizá una persona ve un libro en esta estantería y luego lo encuentra en otro lugar y se lo lee o lo compra, entonces ya hemos ganado. Cada semana, descubrimo este universo a alguien más y además recibimos la aceptación y el agrado de todas las personas que nos visitan. Si pones al alcance de un chaval un tebeo, antes o después, este lo va a coger; y pasa exactamente lo mismo con el adulto”.
Los resultados, de momento, no son tangibles, pero la proliferación de estas iniciativas logran generar nuevos encuentros e inquietudes y, en este caso, convierte al cómic en un elemento cultural transversal y sin duda, popular.