Los Realistas de Madrid
El Museo Thyssen-Bornemisza presenta, del 9 de febrero al 22 de mayo, la exposición “Realistas de Madrid”, comisariada por el propio director del museo, Guillermo Solana y María López, hija del pintor Antonio López.
A mediados del siglo pasado, un grupo de siete artistas se conocieron en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, mientras cursaban sus estudios. Les interesaba plasmar la realidad, pero no como un paisaje más. Querían captar su realidad, la que vivían, con sus miedos e inquietudes, sus preguntas sin respuestas y sus ensoñaciones.
El grupo surgió, no hubo un manifiesto ni una reunión para hacerlo oficial, simplemente querían reunirse y compartir sus impresiones y sus técnicas artísticas. Antonio López declaró una vez que ésa era la razón por la que seguían siendo un grupo, porque nunca hablaron de serlo y sus reuniones se producían de manera natural.
Hubo una exposición que les consolidó como los “Realistas de Madrid”; tuvo lugar en Fráncfort en 1970 y se tituló “Realismo Mágico en España”. En esta muestra quedaba patente su interés común por capturar lo cotidiano, lo íntimo y lo popular, y por establecer un lenguaje sin palabras, a base de imágenes aparentemente inofensivas, con una técnica impecable. Su realismo no caía en lo fotográfico o el detallismo, buscaba inquietar con su halo de misterio y su luz arenosa.
En este grupo de artistas surgieron varias parejas sentimentales: María Moreno y Antonio López, Esperanza Parada y Julio López Hernández e Isabel Quintanilla y Francisco López Hernández. La componente restante, Amalia Avia, también se casó con un artista, el pintor Lucio Muñoz, aunque él no pertenecía al grupo de los realistas, ya que era informalista y éstos tenían sus propios círculos. De hecho, en aquellos momentos, la corriente del informalismo, que había llegado con diez años de retraso a España debido a la dictadura, estaba de moda. Los realistas ofrecían estilos y perspectivas radicalmente diferentes, por lo que tuvieron un avance más lento que otros grupos en el panorama artístico. Quizás gracias a estas circunstancias, el grupo se reafirmó y continúa existiendo hoy en día.
Madrid siempre ha sido un hervidero para los grupos artísticos. Antes de la Guerra Civil se formó la Escuela de Vallecas, con la pintora Maruja Mallo y el escultor Alberto Sánchez al frente, disuelta a causa de la guerra. Después del conflicto bélico, se intentó retomar la filosofía del grupo y apareció la Segunda Escuela de Vallecas. Al final terminó convirtiéndose en un colectivo llamado Escuela de Madrid, el precedente inmediato de los Realistas madrileños. Ya investigaban sobre el paisaje o el bodegón, aunque desde un punto de vista más tradicional, por el aislamiento cultural de la dictadura, y menos introspectivo.
Y Madrid es, en muchos casos, protagonista o escenario de los trabajos trabajos de los Realistas, incluso para Antonio López y Amalia Avia, manchegos los dos, que decidieron asentarse en la capital y convertirla en una de sus musas.
Afortunadamente, en esta exposición se le otorga un merecido lugar a mujeres como María Moreno, Isabel Quintanilla o Amalia Avia, presentadas siempre como “mujer de” o “casada con”, menospreciando el peso que sus obras tienen sobre la historia del arte y obviando que sus lienzos demuestran una calidad técnica adquirida por ellas mismas y no por haberse casado con hombres también artistas, hasta tal punto que incluso para hablar de la obra de estas mujeres, primero se habla de la obra de sus maridos. Estas artistas significan mucho para la historia, hay que tener en cuenta que cuando ellas empezaron a pintar se vivía un momento delicado: tras el silencio de los años más duros de la dictadura, las mujeres volvían a tener un lugar digno en el mundo del arte. A través de lienzos que parecían tratar temas insustanciales o meramente domésticos, reflexionaban sobre la realidad que se estaba viviendo en esos momentos. Una tensa calma que vivir, una situación que imponía un temor por la muerte y una espera por el cambio.
Las obras de los Realistas hablan de las personas y de sus sentimientos, pero, paradójicamente, apenas aparecen figuras humanas en sus lienzos. Consiguen conectar con el espectador a través de simples objetos de uso diario, o lugares por los cuales pasamos todos los días, elementos inertes que son parte de nuestra vida y, por tanto, parte de nosotros y de nuestras emociones.
Por otro lado, la obra escultórica de los hermanos López Hernández, sí que se vuelca en la figura humana al mismo tiempo que se rige por las premisas del grupo: habla de los sentimientos, no del cuerpo como elemento físico. Como complemento ideal a la exposición que ofrece el Thyssen, hasta el 6 de marzo, se pueden ver algunas de las obras de Julio López en la Real Academia de Bellas Artes, en una muestra temporal, comisariada por su hija.
La muestra se articula por temáticas y ofrece un recorrido desde lo íntimo hasta lo público: comienza con bodegones, objetos y estancias domésticas, pasando por espacios abiertos, como patios o jardines, hasta desembocar en las grandes vistas urbanas que han caracterizado, sobre todo, la obra de Antonio López, María Moreno y Amalia Avia. La exposición se cierra con un lienzo de Antonio López, realizado entre 2013 y 2015, que se exhibe por primera vez en España.