Conexiones estéticas
La exposición El Principio Asia. China, Japón e India y el arte contemporáneo en España (1957-2017), que se puede visitar hasta el 24 de junio en la Fundación March, aborda las conexiones estéticas y las influencias orientales en el arte español.
Cuando reparamos en las relaciones estéticas y culturales que desde Europa establecemos con otros continentes vemos que radican en el relato heredado. Cuando el contexto expositivo aborda estas relaciones, su discurso oscila de lo bello a lo bárbaro, de lo estético, entonces, a lo político, en función de la incidencia histórica de nuestra cultura sobre la otra. Y es desde ahí, desde lo otro, donde tienen lugar los imaginarios que emanan del viaje y la motivación que llevaron a emprenderlo, pudiendo ser la conquista o el intercambio de comercio, dependiendo del continente.
La influencia que las culturas orientales han ejercido sobre el arte español puede analizarse a través de los procesos creativos y sus resultados estéticos en obras y artistas concretos, pero también desde la forma en que el cubo blanco ordena estas relaciones para su divulgación. En los últimos años las colecciones nacionales de arte asiático han visto enriquecidos sus fondos con la incorporación de colecciones privadas y muestras temporales, muchas veces en colaboración con entidades como el Centro Cultural de China o Casa Asia. Estas exposiciones han sacado a relucir los tesoros ocultos y han armado monográficos en torno a los géneros orientales por excelencia (escritura, grabado y jardines, el mobiliario y las lacas, la escena teatral), han hablado de japonismo y su influencia en autores concretos. Pero la primera vez que una exposición enfoca a una generación de artistas contemporáneos españoles desde este marco se da en “El principio Asia. China, Japón e India y el arte contemporáneo en España (1957-2017)“. La Fundación Juan March acoge hasta finales de junio este escenario de debate y lo hace con dos propuestas: la expositiva, basada en la alternancia de piezas de arte tradicional oriental con obras españolas en su mayoría enmarcados en la colección privada de Zóbel, que daría lugar al Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca; mientras, de forma permanente en la red, se va ampliando un portal monográfico que apunta a ser una de las mejores fuentes de documentación en la materia.
Y es que Zóbel nació en Manila, Filipinas. Hasta que se instalara definitivamente en España en 1961 alternó viajes entre América y Asia y se mantuvo instalado durante 9 años en su ciudad natal. En plena madurez creativa las influencias en su obra desbordaron las nociones estéticas. En torno al imaginario del jardin zen, la caligrafía y la pintura a la tinta fueron fraguando una nueva concepción para la pintura, fruto en parte de un hallazgo: mientras occidente trabaja desde lo matérico, oriente lo hace desde lo intangible. Esta generación de autores de principios de los años 50 había detectado también una cierta globalización en los temas, lo que les llevaría a establecer conexiones entre la tradición del género religioso y de representación de la naturaleza occidental y el jardín oriental en relación con otras formas de espiritualidad que, además, concebían el arte como un canal de energía a través del cual conectar con el interior individual. Esto suponía un nuevo lugar para la pintura y tuvo traducción en términos formales. Aquellos artistas vieron en el trazo y el gesto la concentración de la esencia en su expresión mínima, lo que unido a una nueva concepción del color y el espacio pudiera dar impulso a los orígenes de la abstracción española.
En 1966, año en que se inaugura el Museo de Arte Abstracto, Miró visita Japón a sus 73 años, en la etapa final de su vida. El viaje determinó sus dos últimas décadas de creación, sus “pinturas de vacío” se inspiraron en el jardín japonés y estaban concebidas para la meditación. También Tàpies viajaría a Asia al final de su carrera. Ambos ya eran por aquel entonces, y lo siguen siendo ahora, considerados referentes y transmisores de lo oriental. Viajaron para constatar unas influencias que ya les habían sido atribuidas y mantendrían que sus referencias no fuesen solo formales.
El carácter de exotismo impulsa y condiciona el acercamiento a otras culturas. La otredad y lo lejano aparece despojado de información y supone un lienzo en blanco sobre el que crear identidades ajenas y perfeccionar las propias. Los artistas pudieron establecer contacto con el arte oriental a través de colecciones como la del Museo de Artes Decorativas de Madrid, a la que el Museo Arqueológico Nacional le habría transferido sus fondos de la colección oriental en 1942, época en la que la difusión de filosofías orientales como el budismo tibetano, el budismo zen o el taoísmo en occidente estaban promoviendo además el auge del coleccionismo privado. Pero algunos autores decidieron, para subvertir el código desconocido, estudiarlo profundamente, dando pie a las visitas reiteradas; en esos estados derivados del viaje, entre el Asia leída e imaginada y el Asia vivida; toma peso la cultura de intercambio, la adaptación de los iconos y la fragmentación de los idearios. De esta tercera cultura es fruto la propuesta expositiva de “Principio Asia” que, entendida como una obra en sí misma, diseña una imagen global de estas relaciones que se ciñe casi en exclusiva a conexiones estéticas. A medida que los autores se aproximan en el tiempo y los trabajos abordan referencias políticas y sociales relacionadas con la cultura asiática actual, muy diferente a la tradicional a la que nos hemos dedicado todo este tiempo, los discursos se diluyen y el valor conceptual de las piezas más contemporáneas se obvian en favor de aquella imagen, plagada de conexiones formales, donde lo textual, como lo conflictivo, no tiene apenas cabida.