Post-internet como espacio de discusión
Paula García-Masedo, Isabel Martínez Abascal, Marian Garrido, Laura Tabarés, Antonio Ferreira y Álvaro Valls reflexionan sobre el concepto post-internet y la relación del mismo con su práctica artística y de pensamiento.
James Bridle hablaba de una Nueva Estética (New Aesthetics) alrededor de 2012, haciendo referencia a un aumento de la presencia, en el mundo físico, de lenguaje visual proveniente de las tecnologías digitales y de internet que propiciaba una fusión, o una mezcla, entre lo virtual y lo físico. Es esta mezcla, esta experiencia diaria a través del dispositivo y este irremediable acostumbramiento a la saturación del ojo, lo que nos sitúa en un presente post-internet. Todo lo nuevo y todo lo post viene acompañado de nuevas ansiedades, en este caso, una angustia por lo real: ¿Nos sitúa este entorno o presente post-internet lejos de lo real? ¿Es lo virtual sólo ficción o también forma parte de lo que consideramos realidad?
Hablamos –como sinónimo de compartir correos electrónicos– con distintos artistas y agentes del contexto cultural madrileño para reflexionar sobre el concepto post-internet y la relación del mismo con su práctica artística y de pensamiento. Participan Paula García-Masedo e Isabel Martínez Abascal a propósito de su proyecto Interludios Remotos, la artista Marian Garrido, la comisaria Laura Tabarés, Antonio Ferreira, a propósito de su publicación Palabra Parpadeo y del proyecto Estudio Escritorio que tuvo lugar en INJUVE en 2017 y el artista Álvaro Valls.
Modos de relación e identidad
El cambio en la naturaleza de circulación de las imágenes y la información a través de las redes sociales y del uso de dispositivos ha cambiado drásticamente las nociones espacio-temporales. Las distancias se acortan y el tiempo se relativiza a través de las posibilidades que ofrece la comunicación. En este sentido, Interludios Remotos de Paula García Masedo e Isabel Martínez Abascal, es un proyecto que invitaba a dos arquitectos, uno desde España y el otro desde México, a mantener una conversación vía WhatsApp que culminaba en un presentación pública (virtual y física) de resultados en la que visibilizar el grado de comprensión mutuo de este vínculo remoto: “es un proyecto que nace de una reflexión en torno a la forma en que circula la información y se alteran las nociones de distancia y tiempo al usar aplicaciones como WhatsApp y dispositivos móviles. Surge de ver cómo en nuestra vida cotidiana mantenemos conversaciones donde aparecen simultaneidad, paralelismo, situaciones esencialmente poéticas en las que las palabras y las imágenes circulan creando links invisibles, momentos en los que las cosas que están separadas aparecen juntas, archivos compartidos, dispositivos móviles, cadenas de significado…”.
Tras varios días de conversación vía WhatsApp entre los arquitectos, se convocó al público, tanto a través de la app como físicamente, a ver los resultados fruto del proceso. Paula e Isabel explican al respecto que “las formas en que nos relacionamos online distan mucho de ser iguales a las del espacio físico. El grupo de chat es un espacio que se siente bastante parecido a una plaza o un espacio público, pero en el que es más fácil alterar lo normativo. Es decir, da pie a prácticas como el trolleo (bromear o burlarse de algo a través de comentarios en redes sociales) cuyos equivalentes en lo físico son más difícil que aparezcan, puesto que han sido más coartadas desde la infancia. Por otro lado, surge algo más interesante, la fuerza que ejerce lo virtual sobre lo físico una vez que ambos mundos se ponen a coincidir. Es decir, estando reunidos a la vez en lo físico y en lo virtual, el modo de relación online (que va del individuo a la pantalla, y de ahí al grupo) genera cierta introspección en lo físico que impide o interrumpe la conexión con las cosas y personas que están al lado. Parece que activando ambas formas de conexión simultáneamente, no podemos sentirlo todo. Al final, al salir de lo online, se siente cierto alivio”.
Parece, entonces, que el espacio virtual y físico plantea distintas posibilidades en cuanto a la autorepresentación, en cuanto a la expresión de la propia identidad. Alrededor de la identidad ha trabajado en distintas ocasiones Marian Garrido, le preguntamos sobre el potencial de internet para moldear la identidad y ofrecer, por ejemplo, una versión ‘mejorada’ de nosotros mismos: “Creo que en ocasiones eso pasa, pero que no es necesariamente algo propio de internet; en este caso creo que es el anonimato lo que opera como máscara, incluso los niveles de interrelación social con diferentes fines (amistades, familia, trabajo) configuran diferencias de comportamientos”.
Saturación del ojo: exceso y fragmentación
Imagen parasitada, remix y mash up
Espacios de acumulación de imágenes, el scroll infinito que inunda nuestras retinas a diario, hashtags que crean colecciones interminables sobre cualquier tema que uno pueda imaginar. Este exceso, esta saturación del ojo propicia un consumo masivo, un deseo insaciable que dificulta en cierta medida la atención y propicia la lectura fragmentada. Estos lugares de acumulación de datos son también espacios de interés para los artistas en los que, ya no sólo la imagen interesa, si no también los medios de difusión de la misma.
Preguntamos a Álvaro Valls si en su interés por los espacios de acumulación de imágenes da más importancia al medio que al objeto/imagen: “En absoluto, mi práctica actual como Veejay y arteducador nace en un primer momento desde el enamoramiento y la obsesión con las imágenes. Sí es cierto que la aparición de Internet transformó mi forma de relacionarme con estos mundos intangibles, degenerando en una especie de 'diógenes digital' o archivo anómico –la anomia es un trastorno cognoscitivo que impide llamar a las cosas por su nombre– que fue el origen de mis imaginarios eclécticos audiovisuales. Aún así el medio sigue siendo importante en el sentido de que es el lugar donde se encuentran todas estas imágenes y GIFs, pero creo que siguen respondiendo a esa primera inquietud por capturar lo intangible y la reproducción infinita de esas sensaciones”.
De la misma manera, le planteamos cómo se le puede sacar partido al barroquismo de imágenes que está construyendo de manera acelerada nuestra cultura visual: “Supongo que quien más partido le saca es aquella persona que aprende a moverse entre tanto ruido y saturación. A grandes rasgos podría ser seleccionar canales de información y entretenimiento creativos –como Wisecrack y su filosofía 8bits o Idea Channel entre muchos otros– o por ejemplo desde mi práctica educativa cuando utilizo estos imaginarios para enseñar matemáticas o debatir conflictos políticos haciendo un seguimiento de la producción de memes. Pero más que sacarle partido como individuos me parece más importante aprender a separarnos de todo este barullo –trabajar la escucha y el silencio por ejemplo– y sobre todo a relacionarnos de forma responsable con todos estos nuevos medios (aunque yo no soy quien para definir semejante estándar, después de todo mi historial está lleno de vicios). Como bien dice el artista-comisario Antonio Ferreira el cerebro post-internet es un compendio de problemas neurológicos y psicopatológicos; la hipertrofia de nuestros sentidos producida por la híperestimulación constante, la atención flotante, la dificultad de abstracción y la poca resistencia a la frustración son entre muchos otros casos síntomas que derivan del contexto digital en el que las nuevas generaciones se han criado. Pero más allá de todas estas problemáticas –que responden a un estancamiento de los formatos de aprendizaje tradicionales y la impotencia de no saber integrar todos estos medios– debemos aceptar que existe un cambio de paradigma cognoscitivo en el que la distracción y la deriva online tienen un papel muy relevante. Es lo que la autora Aurora Fernández Polanco señala como el ‘pensar con imágenes’ y su desafío a la hegemonía de la palabra”.
Valls ha mencionado a Antonio Ferreira a propósito de ‘la atención flotante y la hipertrofia de los sentidos producida por la hiperestimulación constante’. A Ferreira y en relación con su proyecto Palabra Parpadeo en el que se habla de un ‘pensamiento fragmentado, dislocado y multitarea como síntoma dentro de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, le preguntamos si dicha fragmentación está ligada con el usuario digital: “No creo que el pensamiento fragmentado sea exclusivo del imaginario de internet, podríamos poner muchísimos ejemplos anteriores (Siglo XX) como Warburg, los Pasajes de Benjamin, Beckett y Brecht, W. S. Burroughs, el panóptico foucaultiano o el postestructuralismo en general y un largo etc… Lo que sí puede ser es que esta fragmentación sea hoy logísticamente más accesible, inmediata y global, y esto es mucho decir: la democratización del fragmento. Todo me resulta fragmentado… yo ya no termino nada (ni libros, ni conversaciones, hasta me cuesta terminar largometrajes) porque estoy deseando ver o aprender otras cosas. En la red hay tanto que es imposible agarrarlo en conjunto, pero también en las partes se me escapa. Es como si el nervio óptico midiera muchos metros (intestino delgado) y no me diera tiempo a digerir la información, pero este proceso es igualmente estimulante; el significante hoy es significado, pienso, y lo cuantitativo en la vida digital, aunque a veces sea injusto, es cualitativo".
A raíz de este exceso surgen neologismos y estrategias de acercamiento y subversión del mismo. En este sentido la comisaria e investigadora Laura Tabares llama imágenes parasitadas a aquellas imágenes que subvierten imaginarios mainstream viralizados: “Una imagen parasitada es una imagen que nace con un propósito concreto que por el camino es apropiado y subvertido. La imagen resultante de este proceso de subversión puede contarnos algo muy diferente o incluso llevar adelante un concepto diametralmente opuesto al inicial. Una de la peculiaridad de las imágenes parasitadas es que se originan desde lo hegemónico-mainstream y pueden ser intervenidas por cualquier persona con una conexión a Internet. Así, el diseño de una marca conocida, el videoclip de un cantante de moda, o la fotografía de una política casposa puede ser usada por un adolescente, una memelord, o un activista para hablar de otra cosa muy diferente. El pasado verano, por ejemplo, proliferaron lo bestia parodias de «Despacito» : arrocito, tobillitos, es delito, mamacita, murcianico, casaditos etc.”.
En el caso de Marian Garrido, tanto en su producción artística como en su disertación teórica, se hace referencia a una aceleración acentuada por Internet y a una necesidad de trabajar a través del material que él mismo proporciona: “sí es cierto que hacen mella en dos polos: el capitalismo acelerado, la subculutra, la cultura remix y de usuario y cómo el capitalismo subvierte los disensos transformándolos en consumibles y apetecibles, incluso las estéticas más aberrantes que también me interesan, como límites. Internet es el capitalismo acelerado per se, por ello lo utilizo para mapearlo”.
Estrechamente relacionado con estas imágenes parasitadas, y con conceptos, como el remix, que ha mencionado Marian Garrido, Álvaro Valls reflexiona sobre el remix y el mash up como herramientas artísticas con las que enfrentarse al exceso visual: “el remix y el mash up son procesos artísticos con los que luchar contra el bombardeo de imágenes, los estereotipos sociales impuestos por los medios de comunicación y los sistemas de representación casposos. La categorización es desde siempre una herramienta de doble filo, ya que desde ella interpretamos el mundo pero lo reducimos ignorando su complejidad. Y quizás no hay herramienta artística que defina mejor esta crisis del lenguaje que el mash up y el concepto de post-clasificación (sí, somos unos pesados poniéndole el prefijo post a todo, pero creo no es otra cosa que esta misma crisis de las palabras y sus significados). Post-clasificación es un término nacido en Internet, herencia del pensamiento posmoderno, cuya autoría es difícilmente rastreable. Michael Rugnetta, popularmente conocido por presentar Idea Channel (sí, lo confieso soy megafán de Idea Channel y su formato de video-ensayo) contextualiza el término en la cultura mash up, concretamente en el ámbito musical y lo describe como un advenimiento de la imposibilidad de clasificar géneros musicales. Apoyándose en escritos de la socióloga cultural Jennifer Lena, realiza además una crítica de las empresas culturales y su afán de clasificar como método de venta. Lena nos habla de cómo dichas etiquetas no son sino ficciones creadas colectivamente bajo convenciones y expectativas entre la industria, performers, críticos y fans; un proceso de identificación colectiva utilizado para clasificar no sólo la música sino a aquellos que la escuchan. Podríamos decir que el mash up es ante todo una prueba de la vaporosidad de nuestras estructuras de pensamiento y del desequilibrio que subyace bajo innumerables capas de lenguaje, mostrándonos su propia fragilidad. SiX DwArF por ejemplo –artista de mash up sigue diciendo Rugnetta– sitúa su práctica musical como ‘fuera de género’ intentando desligarse de un encasillamiento que no es sino un cúmulo de estereotipos dados, a lo que añade cómo nada es sagrado, criticando no sólo la monopolización de los productos culturales sino la producción creativa limitada por el culto a determinado género. Son en este sentido procesos artísticos con los que desacralizar las deidades de nuestro tiempo y desafiar la legitimidad de cualquier autoridad. Una respuesta artística a una crisis motivada por el escepticismo hacia los discursos, los intentos fallidos del estructuralismo en el s. XX por construir sistemas de interpretación objetivos, y ante todo por una entropía que arremete”.
Espacio para el activismo
Estrategias como las justo mencionadas ya entrevén un interés por la búsqueda de mecanismos que permitan trabajar mediante esta hiperproducción de imágenes. Se ha hablado ya de la necesidad de subvertir una situación que va ligada a un capitalismo acelerado y, en este sentido, planteamos a Álvaro Valls y a Laura Tabarés si existe posibilidad de activismo a través de la red, a través de internet y su estética que permitan construir espacios de denuncia y subvertir imaginarios visuales.
A propósito del activismo en el contexto post-internet, Valls hace especial hincapié en su motivación lúdica y en el poder político del humor: “Activismo en internet hay mil tipos pero si entendemos el activismo online como un activismo artístico formado en la charla colectiva, podríamos identificar el divertimento como el principal motor de transformación y disensión junto con la distracción o la pérdida de tiempo. Precisamente en este divertimento es donde cristalizan las principales formas de activismo cultural que abarcan desde los canales culturetas de YouTube hasta la ingente producción de memes. Memes políticos, memes artísticos, memes afectivos, memes diagnóstico, memes de lo que sea caracterizan a gran escala un uso recreativo de la web y con él las estrategias con las que la multitud en red se divierte. Desde esta perspectiva lo que confiere al meme su dimensión activista no es solamente la formalización satírica sino la hiperabundancia de reacciones casi autómaticas que son generadas por los internautas. Un claro ejemplo podría ser el linchamiento de Gallardón con la ley del aborto, la oposición a las reformas de Grecia impuestas por Angela Merkel –en nombre de la unión europea– o la sátira de la política mediática aventurera de Vladimir Putin. La comicidad es desde siempre una expresión de inteligencia y en Internet parece ser ante todo una herramienta divertida con la que anclar el conocimiento y ante todo de sensualizar el pensamiento mediante la risa. Pero quizás más allá del divertimento es importante recalcar cómo Internet y en general la democratización de la tecnología está transformando los sistemas de gobernanza, disparando la participación ciudadana. Se ha celebrado ya la segunda edición de Inteligencia colectiva para la democracia en MediaLab-Prado, y nuestras alcaldesas de Madrid y Barcelona han señalado precisamente que uno de los grandes avances del S.XXI va a ser la legislación colaborativa, fruto de la participación ciudadana y el marco horizontal de las nuevas tecnologías”.
Laura Tabarés, por su lado, habla también el meme como estrategia principal para la subversión de imágenes y menciona proyectos y artistas que trabajan desde una perspectiva feminista: “Internet se ha convertido en un medio de comunicación y difusión muy poderoso a la hora de hablar de arte y activismo. El activismo tiene como 'campo de batalla' espacios como la calle, medios de comunicación como la televisión y ahora Internet, que ha conseguido que este tipo de acciones sean más frecuentes y consigan más visibilidad a pesar de los algoritmos perversos de Zuckerberg y compañía. Es interesante ver como la ruptura de la unidireccionalidad de medios como las revistas o la televisión ha provocado que los imaginarios puedan construirse desde otros sitios. Strike the pose, por ejemplo, es una plataforma creada por la artista y activista Yolanda Dominguez en la que las usuarias pueden subir sus parodias de las imágenes de moda más denigrantes y enrevesadas. Existen también multitud de acciones meméticas generadas de forma no organizada pero que alcanzan un gran éxito de viralidad como Pretty Girls, Ugly Faces, donde cientos de chicas suben su mejor selfie al lado de su peor mueca, o #LoveYourLines y #livetweetyourperiod que explicitan a través de la imagen cuestiones invisibilizadas como las estrías y la menstruación”.
Discusiones sobre lo real
Por último, les planteamos a los entrevistados si, a día de hoy, situados en el contexto post-internet, pueden considerar internet como un espacio específico y distinto a lo que comúnmente hemos denominado ‘mundo real’.
Paula García-Masedo e Isabel Martínez Abascal: “Lo online y lo físico se superponen y entrelazan. Lo real no es aquello que se puede tocar (y ya tocamos las pantallas y otros componentes de hardware que forman parte de lo online), sino que es algo que subyace, algo que podemos percibir gracias a un sistema de percepción y traducción que media entre lo real y nosotras como sujetos. En ese sentido lo que ha hecho Internet es desarrollar lenguajes nuevos a través de los cuales relacionarnos con lo real”.
Marian Garido: “Para mí no lo tiene, internet es un tejido que no es unidireccional, aunque gran parte es ficcional –supongo que te refieres a las RRSS– sin embargo es una parcela de la interacción cotidiana. En mi tesina lo explico como ‘las comunidades temporalmente autónomas’”.
Antonio Ferreira: “Hoy mismo te respondería que NO tiene sentido, aunque, para contextualizar, he de decir que mi relación con internet o con la tecnología en general es bastante reciente, ya que hasta que empecé la carrera de Bellas Artes era algo así como un ludita o tecnófobo, por eso creo que he pillado con tantas ganas el asunto. Fuera de mi caso personal, y como reflexión, a veces pienso que la frontera entre el mundo digital y el mundo away from keyboard depende de las decisiones que tomen diseñadores e ingenieros en Silicon Valley. La hiperrealidad tomada como usurpación de la representación del mundo sobre el mundo en sí, sigue siendo una utopía a punto de realizarse debido a intereses económicos de stockaje de materiales y softwares que aún no compensa lanzar al mercado y, por lo tanto, a la sociedad turbocapitalista. En un entorno más ‘al alcance de la mano’ me pregunto: ¿cuánto tiempo no estamos influidos por pantallas? Se puede hablar incluso de una influencia no de pensamiento sino de mero campo visual. Creo que, entre mi smartphone BQ, el imac del trabajo y mi Sony Vaio de casa, más de la mitad del tiempo en el que estoy con los ojos abiertos estoy rodeado de pantallas… y qué decir de las pantallas de los demás, que acechan mi campo de visión periférica también, ¿cómo es posible escapar a esto? A lo que me dedico últimamente es a mirar a gente que mira pantallas (REACTION videos), añadiendo un escalón más al palimpsesto de las pulgadas. La vida hiperconectada no sólo afecta a la manera de pensar sino también a nuestros cuerpos, a los afectos: la velocidad de los dedos al teclear, el miedo a salir de casa sin el teléfono móvil (nomofobia), la distracción en conversaciones físicas por mirar un dispositivo electrónico (phubbing), la esquizofrenia digital (digiphrenia) de un usuario al manejar varios avatares en redes sociales (¡ay, tengo que abrirme una cuenta de Instagram pero ya!), la imposibilidad de distinguir entre una noticia real e irónica en internet (Ley de Poe), la procastinación, dislexia, ansiedad (appsiedad), continua hiperexpresividad en RRSS, la amnesia legitimada o anomia… Todo esto da un indicio de la organicidad de internet en los desórdenes (o nuevos órdenes) contemporáneos.”
Laura Tabarés: “A este respecto siempre me viene a la cabeza la escena del juicio en el documental de The Pirate Bay. En este fragmento tan esclarecedor la acusación le pregunta a uno de los miembros iniciales que cuando se conocieron entre ellos en la vida real ( y no por internet) y este le responde que internet es la vida real y que ellos prefieren llamarlo Away From Keyword. El documental se estrena en 2013 y hoy, tan solo 5 años después, podemos certificar que incluso la idea de estar alejados del teclado ya suena a algo viejísimo. Internet no solo forma parte ya del mundo real sino que Internet es el mundo real. Tenemos el teclado en el bolsillo e internet funciona sin necesidad de nuestra presencia intuyendo y determinando nuestras tendencias, afectos y economías.”