Narrativas atemporales
Hasta el 6 de mayo se puede visitar la muestra comisariada por Cristina Anglada "Adverbios temporales" en CentroCentro, una exposición colectiva que reflexiona sobre cómo vivimos nuestro presente y las nuevas narrativas (a)temporales que plantean las tecnologías.
En el futuro presente hay un predominio del hacer: un hacer rápido, ahora, mientras tanto; hacer para ver, para avanzar, para pasar de página. Hacer compulsivamente, enérgicamente, sin mirar atrás. Lo que no está tan claro, es si queda tiempo para reflexionar sobre lo hecho, para masticarlo, para sentirlo. Mejor no lo pensemos, sigamos adelante.
La exposición colectiva que alberga el enrevesado espacio de Centro Centro reúne a 15 artistas, españoles e internacionales, de la mano de Cristina Anglada. A través de obras instalativas con una clara predominancia del registro audiovisual, la comisaria reflexiona sobre la forma en la que experimentamos hoy el tiempo o, mejor dicho, sobre cómo hemos dejado de experimentarlo. Los cambios y las ventanas emergentes, acechantes a cada segundo, no nos lo permiten. La idea de un tiempo lineal que se construye mediante una narración cronológica ha pasado a la historia. En la actualidad nos movemos a trompicones, generamos a saltos, vivimos un paso por delante. El presente como tal ha desaparecido, solo existe un ahora fugaz, permanentemente acelerado. A tal efecto ha contribuido el desarrollo de la tecnología, gracias a la cual estamos siempre sin estar, facilitándonos una "sensación de omnipresencia y omnipotencia que, sin embargo, viene a ser lo mismo que estar siempre dispersos (Cristina Anglada. Texto curatorial de la publicación de Centro Centro).
En esta burbuja mediática, hiper-estimulada y multi-temporal, promovida por la red y la realidad virtual ¿cómo construimos los relatos? Los artistas nos proponen diferentes estrategias, desde la superposición a la ficción pasando por el absurdo, engarzadas en un viaje sensorial que no deja al espectador indiferente. Si comenzamos el recorrido por la izquierda del semicírculo, tal y como sugiere la publicación, nos topamos con la pieza nº 12 de Jacopo Milani. La distribución numérica a nivel espacial y en el catálogo no son muy lógicas, aunque quizá en ellas reverbere el caótico proceder del mundo digital. El artista italiano presenta la instalación "Not with a bang", compuesta por tres alfombras sobre las que se sitúan tres manos de resina acompañadas de objetos de formas redondas. Los gestos aluden a un relato corto del autor Howard Fast en el que un hombre es testigo de cómo una gran mano apaga el sol entre sus dedos. La obra trae a un primer plano la importancia de un fenómeno natural sin el cual la vida en la tierra no sería posible. La aparente seguridad y sensación de control que nos provee la tecnología hacen caer en el olvido las verdaderas fuentes primordiales de las que depende todo lo demás: el calor del sol y del afecto humano sin ir más lejos.
El video de Camille Henrot, "Grosse Fatigue" propone, también desde el hacer de las manos –aunque sea a toque de click–, construir la historia del universo sin moverse del escritorio del ordenador. Con el trasfondo de una música adictiva, la obra atrapa al espectador en una sucesión de imágenes que brotan y se acumulan en forma de cuadros emergentes. Se trata de una serie de conexiones subjetivas que abordan un amplio espectro de saberes –antropología, geología, filosofía…– con el objetivo de acumular gran parte del conocimiento en el reducido espacio de la pantalla. Una fatiga inmensa sin duda, pero de la que difícilmente resbalará una sola gota de sudor: el navegante accede a todo, sin embargo, no toca ni experimenta nada.
No menos ambiciosa es la invitación de la artista Mélodie Mousset en su obra "Limits are only ornaments to your infinite goodness". Al entrar en este espacio, el visitante será guiado por un mediador, cuanto menos extraño, que le abrirá las puertas para construir su propio mundo poblado de manos, a través de las suyas propias. Un viaje sorprendente capaz de trasladarnos de la rigidez del cubo blanco a la experimentación sin límites del mundo virtual.
De nuevo, una seductora mano, perteneciente en este caso a la pieza "Metal man" de Laure Provost, parece indicarnos la dirección a seguir, “Ven, ven aquí” interpela al espectador, “pondremos el suelo para ti” … Un flujo de frases sugerentes e inconexas se intercalan con imágenes provenientes de las cabezas-pantalla de unas figuras con piernas y brazos de metal. Y, si estos artefactos pretenden acercarse a lo humano desde la forma, los protagonistas del magnífico vídeo de Cécile B.Evans "How happy a Thing can be", lo hacen desde las emociones. Un peine, unas tijeras y un destornillador cobran vida e interpretan un corto en el que, tras haber sido desalojados de su hogar, vagan sin rumbo por escenarios desolados llenos de escombros. El espectador conecta rápidamente con estos personajes no tan alejados de la tetera, el reloj y el candelabro que también bailaron en la famosa película Disney de los 90, La bella y la bestia. Sin embargo, el discurso dista de cualquier concepción infantil para introducir reflexiones profundas en torno a los afectos y las perspectivas filosóficas del nuevo materialismo, donde autores como Jane Bennet, Graham Harman y Timothy Morton desechan la reduccionista visión antropocéntrica a favor de una "Ontología Orientada a los Objetos".
Este es solo el comienzo de un camino que exige tiempo, del lineal a ser posible, para asimilar una serie de narraciones entrecortadas que culminan –o arrancan– con la cuenta atrás del artista Julian Charrière exhortando premura. Tan solo unas pinceladas orientativas para continuar la aventura. La voz íntima de la pieza de Hanne Lippard y el display de Mia Goyette hacen aflorar cuestiones sobre la función poética o la materialidad del lenguaje; el enfoque pseudo-lúdico de las obras de Marian Garrido y Shana Moulton conducen a un ámbito de obsesiones contemporáneas que bien podrían constituir la base de ciertas "Comunidades Temporalmente Autónomas"; objetos propios de la producción en masa encierran mensajes crípticos sobre temas como la autoría y la originalidad en las piezas de Rubén Grilo y Nora Baron; el relato ficticio desde una perspectiva más estética o documental es la base de los vídeos de Serafín Álvarez y Regina de Miguel; por último, las esculturas de Nina Canell sacan a la luz los cables subterráneos y subacuáticos que posibilitan Internet, mostrando la parte matérica de un fenómeno cuya naturaleza es la invisibilidad.
Cristina Anglada reúne una acertada selección de obras sobre temporalidades apresuradas y escenarios futuribles, para proponer una experiencia estética que exige hábitos vinculados al pasado: detenerse, atender a los sonidos, permanecer frente a los vídeos, sumergirse en las ficciones planteadas, investigar sus raíces. No ganamos nada pasando rápido de página, el contenido se perderá a la espera de una revisión futura que nunca llegará. A día de hoy es necesario procrastinar las prisas, solo así podemos obligarnos a vivir el presente y, si es posible, deleitarnos en su contemplación.