El quiebre del arte en Ecuador
La exposición Accidentes Geográficos en La Neomudéjar muestra el trabajo de 14 artistas ecuatorianos que aportan una nueva visión sobre la producción artística contemporánea del país.
Accidentes geográficos es una exposición sobre y desde Ecuador, pero teniendo muy en cuenta el carácter ex colonial del país y cómo este ha condicionado el dispositivo de la tradición expositiva ayer y hoy. Entre los antecedentes de esta muestra cabe destacar la Exposición Histórico Americana de Madrid 1892, organizada por España con motivo del cuarto centenario de la irrupción ibérica en América o, un siglo después, el Quinto Centenario: el encuentro de dos mundos, entre cuyos eventos centrales estuvo la Expo Sevilla 1992. En cada uno de estos acontecimientos se subrayaron diferentes aspectos de las colonias: en el primero, el paisaje, los ecosistemas y el exotismo de las jóvenes naciones americanas; en el segundo, la democracia y desarrollo de estas naciones observadas bajo la lógica extractiva y como paraíso empresarial. En todo momento, la carga de la herencia española se impone como componente identitario, convirtiéndolas en posesiones deslocalizadas, una suerte de accidentes geográficos. “Así, el dispositivo ‘exposición’ se revela como algo maleable, como un espacio/tiempo de negociación simbólica compleja e históricamente constante, cuyas certidumbres dependen de las agendas geopolíticas”.
Por otro lado, el título es una metáfora posible para tratar una serie de artistas ecuatorianos que comenzaron a trabajar en los 2000, en torno a unas temáticas muy determinadas y de manera conjunta. El propio espacio de la Neomudéjar, escogido para la exposición, tiene mucho que ver con este tipo de prácticas en lugares independientes y autogestionados, donde los colectivos realizaban intervenciones en el espacio público y reflexionaban en torno al cuerpo y la diversidad, adoptando posturas críticas de lo que políticamente iba ocurriendo en el país. Uno de los comisarios de la muestra, Fabiano Kueva, comenta: “Era un periodo de transición desde la inestabilidad a estabilidad democrática, pero también de tensiones, división en la escena artística, debate alrededor de derechos, nueva constitución, mucha polarización no solamente era en Ecuador, sino en toda la región con gobiernos progresistas. La propaganda tuvo un peso muy fuerte y creó un repertorio de imágenes en torno al turismo y desde una visión instrumental de las diversidades”.
En este sentido, los artistas se cuestionan cómo pensar el país y los sujetos, más allá de la representatividad y del peso de la propaganda. “Su intención es alejarse de la típica imagen de la Amazonia, Galápagos, los Andes… y producir un quiebre no instrumental, tanto desde las ideas como desde el lenguaje. Los artistas ponen el cuerpo y generan unas traducciones situadas”. El gran cambio con respecto al comienzo de milenio en el que trabajaban en colectivos, es que en la exposición desarrollan carreras individuales. A pesar de ello, sigue existiendo una red colaborativa y de pensamiento muy pronunciada latente en la muestra: es la herencia de aquel momento idílico en el que los artistas borraron su autoría y unieron sus voces para narrarse juntos frente al desinterés de las voces autorizadas. Un gesto crítico que se instaló entonces y que vemos actualizado en cada una de las obras de estos 14 artistas. A continuación, destacamos a tres de ellos con la invitación a seguir navegando en la web realizada específicamente para la exposición y , por supuesto, a visitarla.
Paul Rosero Contreras presenta una serie de vídeos que comenzó a realizar en el 2015 titulada El Pabellón de los Andes. En ellos se registran acciones en distintos volcanes activos a lo largo de la Coordillera de los Andes, generando una suerte de retrato regional que empieza en Colombia y termina en Argentina. “Cada vídeo tiene una narrativa específica, pero vienen a reforzar la idea de que un fenómeno natural es más fuerte que cualquier cosa creada por el hombre. El volcán se entiende como una fuerza que puede explotar y cambiar toda nuestra realidad. No solo en cuanto al paisaje sino económicamente, políticamente… Me interesa el volcán y la tecnología, el volcán y lo humano, el volcán y las especies…” Uno de los vídeos, muestra los 4 tipos de iguanas que hay en las Islas Galápagos y que tienen una relación directa con los volcanes. La iguana rosada, por ejemplo, solo vive al lado del cráter de un volcán y hay una población de unas 250 en el mundo. El artista plantea que quizá nuestra forma de percibir el color también viene dada por estos fenómenos: la iguana es en realidad transparente y lo que vemos es su sangre, una muestra de dónde empieza la discriminación de la visión. Rosero Contreras también juega con la idea propia del mundo del arte de querer representar una nación, pero en este caso muestra una abstracción de esa idea, una geografía que no tiene límites ni división, sino que está definida por los volcanes.
La obra de Valeria Andrade es crítica, performativa y llena de humor. Se interesa por las corporalidades como producción social, realidad biomaterial y medio expresivo. Asimismo, también analiza la construcción de la subjetividad, la feminidad y los roles de género desde una postura feminista. En la serie Prácticas suicidas (2006), graba nueve intervenciones urbanas y califica de “suicidio” la exposición de la mujer a diferentes situaciones de la vida cotidiana. En el vídeo Cañón de carne, Valeria Andrade pasea por Quito con un vestido y los hombres la miran y acosan sin descanso. De fondo se escucha una llamada al Teléfono de la Esperanza: “Una no puede salir a la calle sin que le digan todo el día porquerías. ¿Sabe lo horrible que es eso? Te están viendo asquerosamente, morbosamente, creo que los hombres no se dan cuenta, nunca le creen a una, siempre creen que es una exageración”. La respuesta del voluntario que atiende la llamada no tiene desperdicio, básicamente: la culpa es de la víctima, lo mejor es que se vista de otra manera si no quiere que le acosen.