Lo que el ojo no ve
Jorge Isla investiga en su último trabajo, "LUV-A", los límites de la percepción humana a través de la luz ultravioleta y las reacciones que provoca en minerales. Hasta el 21 de julio en Kir Royal Gallery.
Jorge Isla estrena su primera individual en Kir Royal, galería establecida en Madrid en el 2016, después de cinco años de andadura en Valencia. El artista oscense también lleva poco tiempo en la capital y apenas tres años dedicándose al arte –estudió comunicación y trabajaba como productor de televisión– sin embargo, su trayectoria dentro de las visuales es prometedora.
Centrado en un discurso primordialmente fotográfico, su práctica ahonda en fenómenos de la realidad que son imperceptibles para el ser humano, pero pueden ser registrados mediante la cámara. Su interés por las tecnologías y su repercusión en la forma de relacionarnos y facilitarnos la vida es palpable en toda su obra. El arte, dice, "describe una situación y una cultura actual y, si vivimos inmersos en las tecnologías, es lo que tiene que reflejar".
Su primer proyecto artístico sobre la percepción, desarrollado gracias a la beca VEGAP, trataba las limitaciones de la vista a través de un lúdico experimento con la luz como protagonista principal. El título, Sputtering, significa pulverización catódica: el proceso físico provocado por el parpadeo de la luz fluorescente y que nuestro ojo no ve. Para hacer palpable dicho movimiento, el artista zarandea y fotografía cuatro tubos fluorescentes (amarillo, rojo, morado y verde) a partir de los cuales consigue los siete colores del espectro lumínico. Lo que comienza siendo un proceso casi aleatorio, va ganando en precisión y complejidad insertando diferentes variables, desde el tiempo de obturación utilizado hasta la forma de posicionar los tubos en el espacio o el uso de la profundidad de campo, generando desenfoques y posibles trampas visuales para el espectador.
La forma de materializar las imágenes y el montaje de las mismas son aspectos fundamentales dentro del proceso de trabajo de Isla. En el caso del display de Sputtering tenía en cuenta las transiciones de color y los materiales de producción en relación al propio concepto, "como los fluorescentes tienen la frecuencia alterna, me planteé representar la fase negativa utilizando un vinilo mate y la positiva –siempre con más intensidad lumínica– con un dibond ultra brillo". Por otro lado, le interesa que el visitante sea partícipe del procedimiento y por ello incluye una parte expositiva más didáctica en la que se entiende cómo ha llegado a las últimas obras.
El proyecto que se puede visitar en la galería Kir Royal hasta el 21 de julio lleva por nombre LUV-A (radiación ultravioleta de onda corta), de nuevo, una denominación muy técnica que alude al mismo fenómeno que analiza. El germen de esta serie se vincula directamente con la anterior, ya que fue mientras recopilaba material para continuar con Sputtering, cuando adquiere por azar algunos fluorescentes de luz ultravioleta y se empieza a interesar por el tipo de iluminación que desprenden y las reacciones producidas en los objetos. Investigando descubre que hay tres tipos de longitudes de onda de luz ultravioleta: "La alta es la que ponen en las discotecas, la media la utilizan los dentistas para operar y limpiar sus utensilios y la baja la usan los geólogos para determinar que cantidad de mineral tienen los cuerpos rocosos a nivel de porcentaje".
En el último caso, el procedimiento consiste en irradiar luz ultravioleta al mineral para detectar una serie de cambios que no se perciben a simple vista, pero sí mediante una máquina a nivel de onda. De la misma manera, "ya que el espectrograma utilizaba una tecnología similar a la de la cámara (por desprendimiento de luz) deduje que haciendo fotografías también tenía que ocurrir algo".
Decidido a profundizar en el tema, Jorge Isla contacta con el Museo de Ciencias Naturales para que le dejen fotografiar los minerales utilizando sus herramientas profesionales y lámparas de baja longitud de onda. La respuesta en un primer momento fue negativa pero, a fuerza de insistir mucho, consiguió permiso para tomar las imágenes, siempre bajo vigilancia policial. El proceso de investigación y pruebas fue lento, le llevó tres meses averiguar a qué tiempo de obturación tenía que poner la cámara para captar la radiación que desprendía el material, sin embargo, una vez descubierta la técnica, el resultado es claro e irrefutable: los minerales cambian completamente de color al ser irradiados por la luz ultravioleta.
En la muestra, la transformación se evidencia a través de dos únicos ejemplos a pesar de que la serie es más amplia. Esto se debe al interés del artista por ejemplificar el concepto científico de masa crítica: la cantidad mínima de materia que se utiliza para provocar una reacción química y que, en este contexto, se traduce como las obras necesarias para que el espectador comprenda el discurso. La solución fue incluir sólo dos cuerpos rocosos: una calcita pura y otra una mezcla de tres minerales (níquel, zinc y mercurio) para que se identificase que cada mineral puro cambia de color con respecto a la luz ultravioleta. De esta forma queda patente la diferencia; en el caso de la calcita apenas cambia el color –haciendo dudar al visitante de si realmente está pasando algo–, no obstante, en la otra roca el gris adquiere tonalidades moradas, verdes y azules.
El recorrido de la muestra es sencillo, pero meditado. Responde a un planteamiento conceptual que se divide en tres fases correspondientes a las tres salas de la galería: "En el primer espacio las imágenes están con luz blanca porque me imaginaba que, de la misma manera que el mineral cumple un rol social en el museo que es ir a visitarlo, el personal de la galería cumple un rol social que es atender a la gente. En la siguiente sala, es como si sacase el mineral de la vitrina a la sala del centro, como ocurría con la sala oscura donde hacía todas las fotografías. Aquí están los vídeos porque se muestra el proceso de cambio de luz natural a luz ultravioleta. Por último, en el espacio final he querido que el espectador se sintiese como un objeto irradiado".
A pesar de la belleza de los minerales, para Isla son tan solo una herramienta cualquiera que le permite evidenciar una preocupación: nuestros límites perceptivos. Al igual que los fluorescentes, son una excusa para representar lo que no podemos ver y profundizar en lo fotográfico a través de lo figurativo.